Las cosas de Trump
Escrito recuperado de febrero de 2017
Desde que el señor Trump ganó las elecciones en los EUA,
mucha gente, no solo en su país, y confieso que yo entre ellos, está que no le
llega la camisa al cuerpo. Los medios de comunicación, de todo tipo y
geografía, están encantados con la mina informativa que su llegada supone. Y no
es para menos.
Yo he intentado mantenerme al margen del asunto. Supongo que
porque he estado KO desde las mencionadas elecciones; y es que, aunque me creía
curado de los espantos electorales yanquis, he vuelto a pecar de pardillo. Como
cuando George Bush le robó la cartera a Al Gore y después asistimos a aquel
deprimente espectáculo de la revisión de las papeletas electorales. Y es que yo
también pensaba que los EUA eran, básicamente, Nueva York y los Ángeles;
además, Gore contaba con el apoyo de Bruce Springsteen ¡Qué carajo¡ el suceso
me enseñó que la cosa es mucho más complicada, y puede que turbia.
A raíz de ese esperpento electoral que el imperio nos brindó
decidí ser más frío en mis análisis al respecto. Pero claro, esta vez parecía
más fácil. Desaparecido Jeff Bush, que yo creía el republicano más fuerte de
salida, Hilaria Clinton lo tenía francamente fácil. Eso pensaba. Y también esta
vez Springsteen, Hollywood y Nueva York apoyaban a la candidata demócrata. De
nuevo los pronósticos fallaron. Yo aún no me he repuesto.
Por todo lo anterior me pareció prudente mantenerme al margen
del asunto. Además, mi amigo Javier, capaz de producir ocho folios de una
sentada, sobre cualquier tema de la situación mundial, y ello sin perder el
hilo, lo tiene permanentemente bajo la presión de las teclas de su PC. No era
mi guerra.
El caso es que esta semana una amiga cubana, como respuesta a
mi petición necrófila, me ha hecho llegar las ediciones del día de la muerte de
Fidel Castro de Granma, Juventud Rebelde y Tribuna de la Habana y con ellas
también me lanza una petición de opinión sobre el fenómeno Trump, que parece
preocuparle más que los resultados de la zafra del azucar. Y no puedo negarme.
He empezado por preguntarme cómo es posible que el Imperio,
con la, supuestamente, mejor Constitución posible para el Gobierno
Representativo puede tener una vulnerabilidad tan grande en algo tan importante
como es la elección de quien ha dirigir el Poder ejecutivo. No parece normal y
para ello me he ido a investigar en el
Federalista. Un libro que, junto con un montón de buenos recuerdos, me
traje de un viaje a Méjico, en español y edición del 57, y que es el compendio
de los artículos que, en la prensa de Nueva York, escribieron Hamilton, Madison
y Jay, durante la Convención para la discusión y redacción de la Constitución
de los EUA.
Después de la guerra con Inglaterra y alcanzada la independencia,
las trece colonias, ya estados, entraron en una fase de enorme descontrol, un bordel-lo, en la sonora palabra
italiana de innecesaria traducción. De ahí que se convocase una convención para
dotar al conjunto de una constitución que evitase el colapso y el sometimiento
final a Inglaterra u a otras potencias. Los artículos del Federalista fueron la
base discursiva y formadora de la opinión pública y de la de los propios
delegados. Son tan importantes que el Tribunal Supremo, cuando dirime temas
constitucionales, acude a ellos para intentar comprender cuál era el ánimo del
legislador en aquel periodo constituyente.
En relación con la elección presidencial y su sistema de
doble elección, una primera directa en los estados y otra segunda a cargo de
los compromisarios elegidos en la primera, parece claro que, entre otras cosas,
las distancias y los transportes de entonces imponían ciertas limitaciones y,
por lo tanto, adecuadas soluciones. De hecho, para la Convención, solo asistieron
2/3 de los delegados elegidos y Hamilton, que fue quien escribió sobre el tema,
y para explicar “por qué el puesto de Presidente rara vez tocará en suerte a un
hombre completamente desprovisto de las cualidades necesarias para
desempeñarlo” dice que, entre otras motivaciones, “la habilidad en la pequeña
intriga y en esos bajos trucos que provocan la popularidad puede ser suficiente
para encumbrar a un hombre hasta el primer puesto en un estado determinado;
pero se necesitará otra clase de talento y méritos muy distintos para ganarse
la confianza y la estimación de toda la Unión”.
En fin, parece que el señor Hamilton, y ello es lógico, pese a la pujanza que ya tenía la prensa en
aquel periodo y lugar, estaba lejos de imaginar lo que las modernas técnicas
electorales, con el uso de la publicidad, las redes sociales, televisión y todo
lo que esté al alcance de los equipos de campaña, pueden lograr y en las que el
equipo de Trump se ha mostrado superior al de Clinton. En cualquier caso, me
viene también a la memoria un comentario de Ortega en La Rebelión de las masas, donde señala que “la salud de las
democracias, cualquiera que sea su tipo y grado, depende de un mísero detalle
técnico –no sé por qué lo de mísero para Ortega-, el procedimiento electoral,
todo lo demás es secundario”. Si unimos el fallo de previsión de Hamilton, con
el acertadísimo comentario de Ortega y algunas de las elecciones llevadas a
cabo en los EUA, es para echarse a temblar.
Bueno, hasta aquí lo, quizás, negativo. A lo anterior podemos
contraponer el propio sistema político norteamericano diseñado en esa
constitución que preparaba la convención citada, un maravilloso sistema de
equilibrios entre los tres poderes en el que ninguno prevalece sobre los otros
y que, en los casos de elección equivocada, como, para algunos, el caso
presente, la situación no corre el riesgo de irse de las manos. Un acaparamiento
del poder como en los años 30 en Alemania o en Italia, o en la actual
Venezuela, aquí es imposible y eso siempre es una tranquilidad. En cualquier caso todo esto lo escribo cuando
El Economista, de indiscutido prestigio, ha rebajado a los EUA, en su índice
anual sobre el estado de las democracias,
de completa a deficiente democracia; no por la elección de Trump sino
por la creciente desconfianza del votante en el propio sistema.
Vaya todo esto como introducción al problema de mi amiga, que
no es Trump y el Tratado Transpacífico, ni tampoco Trump y Putin. A ella lo que
le preocupa es Trump y Cuba. Respecto a lo anterior solo diré que dejar, en
términos comerciales, el terreno libre a China, no me parece que sea acertado,
pero hay que esperar a ver. Y respecto a Putin, o debemos decir la OTAN
–respecto a la cual ya ha habido un inicio de rectificado-, después del avance
hacia el este protagonizado por el señor Obama, no parece que en dos días se
pueda abandonar a Ucrania y los Bálticos. También ahí habrá que esperar a ver
qué pasa. Trump supone una nueva y mayor incertidumbre a los problemas de la
geopolítica mundial. De India nadie habla, pero también está por allá y querrá
decir algo. Pero eso es otra historia.
Para hablar de Cuba y los EUA tenemos que ir por
aproximación, y ello nos lleva a Iberoamérica; ahí, en lo geopolítico, nunca
había habido problemas, y en el siglo XX el que no era neutral se alineaba con
los aliados; hasta Cuba tuvo oportunidad de hundir un submarino alemán durante
la Segunda Guerra mundial, lo que llena
de orgullo a mi amigo Gustavo, en lo económico, nos encontramos con la
anunciada política proteccionista de Trump y en esto apunto lo siguiente: El
proteccionismo, según los economistas, es una política económica solo
recomendable para países que pretenden poner en pie una industria allí donde no
la había, es el caso del famoso arancel que ayudó a desarrollar la industria
catalana, eso y las oleadas de mano de obra barata procedente de las regiones
españolas menos afortunadas. Aún en esos casos solo se debe mantener por cortos
periodos de tiempo ya que, al generar un mercado cautivo, desincentiva la
inversión en investigación y fomenta la corrupción. No creo que sea el caso de
los EUA y, además, los espacios que abandone Norteamérica es muy probable que
China, muy presente estos últimos años, este pronta a ocuparlos.
Si vamos a su balanza comercial con Iberoamérica vemos que en
el 2015 ésta tuvo un superávit de 37 mil millones de dólares siendo solo
deficitaria con Méjico y Venezuela, de modo que si el señor Trump cierra su
mercado se va encontrar con la misma respuesta y ello conllevará la pérdida de
mercados y empleos. ¿Quién sabe? Iberoamérica la zona del mundo con mejor
posición de partida para la integración regional nunca ha logrado progresar en
este campo, quizás ha llegado el momento para que la Alianza Pacífico y
Mercosur, distintas opciones, se conviertan en la base de una auténtica y
potente integración regional. Veremos, aunque yo soy de la opinión de que en este
tema reculará, sobre todo porque el pagano sería el consumidor EUA y no creo
que este lo consintiese pacíficamente.
El caso mejicano es peculiar, “Pobre Méjico, tan lejos de
Dios y tan cerca de los Estados Unidos” la famosa y completa exclamación de pesar
atribuida a Porfirio Díaz, aunque no era suya, explica gráfica y dramáticamente
cual ha sido la principal desgracia del país en estos dos últimos siglos. Las
cosas no parecen haber cambiado mucho. Méjico tiene a los EUA como primer socio
comercial y estos al primero como su tercero. Lo anterior nos dice que ambos
deber ir con mucho cuidado con las cosas del comercio y ya hemos visto que el
asunto del muro fronterizo está dando mucho dolor de cabeza, si bien la amenaza
de tasar con un 20% las mercancías mejicanas fue prontamente desmentido. El
norte de Méjico es una fábrica para el mercado norteamericano, no solo las
maquilas –fábricas a las que llegan los insumos desde los EUA y allí fabrican los tejanos o cualquier otro
tipo de producción. Todo viene de los EUA y todo vuelve allí como producto
acabado, beneficiándose de una mano de obra barata- también la industria
auxiliar del automóvil tiene allí sus
grandes centros de producción. Todo esto aumenta la competitividad de los
productos EUA que no solo se consumen allí, también se exportan al resto del
mundo.
Los mejicanos tienen en las remesas su talón de Aquiles, como
le pasa a casi toda Iberoamérica, y
particularmente a Cuba. En el 2015 fueron superiores a los ingresos por
exportación de petróleo, casi 15 mil millones de dólares, mucho dinero. Y en
este tema las acciones presidenciales pueden ser de efecto rápido, aunque
tampoco aquí creo que la sangre vaya a llegar al rio.
En el asunto de los emigrantes ilegales estoy un poco
aturdido, lo confieso. El muro actual lo construyó Bill Clinton, Obama ha
deportado más que nadie y lo que es más importante ¿Quién se va a encargar de
los trabajos básicos en las grandes ciudades norteamericanas? La última vez que
estuve en Nueva York casi no usé el inglés, allí todo el personal tras un
mostrador habla español. Más populismo, sin olvidar que Méjico, a su vez, tiene
una legislación migratoria tremendamente restrictiva. Que se lo digan a los
centroamericanos.
https://www.youtube.com/watch?v=5mWAYZE1s10
Llegamos a Cuba y aquí me declaro profundamente desorientado.
La cancelación del Piessecos-piesmojados por parte de Obama me ha dejado
ojiplático. ¿Una promesa a Raúl Castro? ¿A quién beneficia? ¿Por qué no le ha
dejado la faena a Trump? No tengo respuestas, por ahora.
En relación con Cuba hay dos fuerzas antagónicas que trabajan
en los EUA, de un lado la “gusanera”, la
emigración cubana en Florida, en apelativo del difunto Fidel. Estos son los que
le dieron los votos a Trump para hacerse con el Estado y se supone que éste
está en deuda con ellos, la otra fuerza viene de la mano de los lobbies de la
alimentación y pequeña industria, entre otros, deseosos todos ellos de hacerse
con un mercado de más de 10 millones de habitantes escasos de todo, también de
ingresos para acceder a esos productos.
Me gustaría tener acceso a la internet profunda para
averiguar si las industrias Trump tienen intereses en la isla, lo que no es
improbable, pues lo suyo está en la construcción, hoteles, campos de golf, etc.
y ahí hay mucho campo en Cuba. Apunto esto porque una de las últimas, y más
contestadas, acciones del señor Trump ha sido la prohibición de entrada en los
EUA para los nacionales de una serie de países musulmanes. Hasta ahí nada que
no hubiese anunciado pero los matices llegan cuando la prensa se percata que
han quedado fuera de la prohibición los países donde los Trump tienen
intereses, entre ellos los de los pilotos del 11-S. Llamativo ¿no? Además
parece que congenia muy bien con el rey Salman de Arabia Saudi, junto con
Quatar los grandes exportadores del wahabismo, la doctrina islámica que
fundamenta el actual terrorismo islamista. En fin, que habrá que ver si los
Trump tienen o esperan intereses en Cuba. Yo por ahora no veo por dónde va a
tirar aunque confieso que no me importaría que adoptase algún tipo de medida en
relación con los Castro, lo que ha hecho Obama no acabo de tenerlo claro.
Si nadie lo remedia, este 2017 verá la elección de la nueva
asamblea cubana, de donde, se supone, saldrá el jefe de gobierno que sustituirá
a Raúl Castro en 2018. En todo esto no creo que el señor Trump pueda hacer
mucho y, probablemente, veremos a Diaz Canel presidir el gobierno cubano, con
Raúl como secretario general del PCC. En lo que sí puede intervenir es en el
mantenimiento de la ley Helms-Burton, en los vuelos a la isla y, sobre todo, en
las remesas que si se recortan podrían hacer tremendo daño a la economía cubana
pero, hasta el momento, el señor Trump no ha mostrado la patita por debajo de
la puerta. Soy de la opinión de que endurecerá la situación.
Para no alargarme, creo que, en definitiva, es pronto para
sacar conclusiones sobre los caminos que tomará la presidencia Trump, ni a
nivel mundial, ni tampoco con el asunto cubano. Hasta ahora todo ha sido mucho
más efectista que efectivo. Los diputados y senadores norteamericanos se juegan
su elección a distrito unipersonal, no hay listas de partido, y mucho menos
listas cerradas, cada uno de ellos se la juega en su distrito y si bien ambas
cámaras están ahora en poder de los republicanos esto no quiere decir, ni
muchos menos, que estas se plegarán a todo lo que diga el presidente. Detrás de
cada decisión presidencial se hace necesaria una posterior legislación o un
tamizado legal como hemos visto estos días en los aeropuertos de los EUA. Aquello,
afortunadamente, ya no es un bordello, como
en el tiempo de las trece colonias, y todo está mucho más reglamentado y
equilibrado de lo que nos pueda parecer desde la vieja Europa. Habrá que
esperar y comprobar hasta qué punto la realidad será capaz de poner en su lugar
al señor Trump.
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