Es una mañana gris en Zaragoza, cargada de nubes, de las pocas que se dan en una ciudad en la que el cierzo, en su versión Moncayo, no las deja apenas aparecer, y cuando lo hace se las lleva a paso de Generala valle abajo, pero hoy es distinto, las grandes borrascas que, una tras otra, barren el país, son tan fuertes que el cielo se mantiene encapotado con un ambiente desapacible por las calles, como preparando el ánimo para recibir malas noticias. Y las nuevas acaban por llegar, las peores, que no por previsibles se hacen menos dolorosas. El Chío se ha ido. El Chío, el Chordi, Cíordia, José Antonio, el navarro de la sonrisa perenne, el tipo capaz de poner buena cara y unas risas a las peores circunstancias ha tirado la toalla esta vez, y ha decidido ir a juntarse con su viejo binomio, el Fali, otro campeón de las risas y la socarronería, que le abrió el camino no hace mucho. Y es que estamos pasando una racha muy mala. Será la edad. El Chío y yo llegamos juntos a la capita...
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