El discurso del rey
Cuando se dice así, sin añadidos, a la gente le viene a la cabeza una película protagonizada por Colin Firth, ese actor inglés que, como David Niven en su época, parece especializado en hacer de inglés, precisamente, y que en esa película encarna a Jorge VI, el padre de la actual monarca del Reino Unido quien accedía al trono por causa sobrevenida y tenía que resolver el trago, dada su tartamudez, de dar el discurso inaugural de la Corona.
Sin embargo, hoy es un día particular en España en relación con el discurso del rey. Forma parte del inicio de la Nochebuena desde hace muchos años, casi diríamos que desde siempre pues cada vez somos menos los que aún nos acordamos de cuando el momento le correspondía al Caudillo. A las nueve en punto, antes el rey Juan Carlos y ahora su hijo, el rey Felipe, se nos mete en casa durante unos minutos, apenas diez, y nos obsequia con un repaso de lo que ha sido el año y aventura una expresión de buenos deseos para el futuro de la nación. Pero hoy parece que estamos en una ocasión particular.
Hace algo más de dos años nos sorprendía el rey Felipe con un discurso fuera de programa en el que nos hablaba de deslealtad institucional, antónimo del concepto que suelda el entramado de nuestra Constitución desde que España es democracia y estado autonómico. Discurso que supuso la activación de un gobierno hasta entonces petrificado ante el abismo que suponía la aplicación por primera vez de un artículo 155 que parecía sobrecoger a todo el arco parlamentario. Fue sin duda un discurso histórico, como en su día lo fue el de su padre con ocasión del intento del golpe de estado de 1981. Discursos ambos que marcan la historia de un reinado.
España está expectante. La últimas votaciones muestran claramente una polarización del espectro político con una nítida disminución, casi evaporación, de las posiciones centristas y, por la tanto, transaccionales. Las posibilidades de formación de gobierno parecen pasar por la construcción de un artilugio político que en su seno o apoyos lleva posiciones no ya divergentes sino antagónicas en cuanto a la integridad de la nación española. Y, además, aporta, pasados más de cien años, una nueva entente entre Marx y Bakunin, pues a la presencia socialista y comunista, se añade una CUP, vía apoyo al gobierno independentista catalán que a su vez apoyaría al futurible de la nación, que representa una nueva y menos atractiva versión del entonces fresco y, en cierto modo, naif movimiento anarquista catalán.
Esperan algunos que Su Majestad entre en este ruedo a manos limpias, sin esperar a ver qué clase de morlaco sale por toriles y cuando este gobierno en funciones se ha caracterizado por obsequiarle con desplantes innecesarios y siendo él, el gobierno, quien tiene la última palabra sobre su parlamento de fin de año. No barrunto yo que el rey Felipe nos sorprenda esta noche, sus palabras serán extremadamente medidas. No puede ser de otra manera. El tiempo debe pasar, al rey no le corresponde gobernar y a nosotros nos toca, una vez más, esperar y desear que las instituciones y mecanismos del estado sean suficientemente eficaces y ágiles como para que, en esta hora de negros presagios, logren sacarnos adelante con los menores daños para la nación.
No podemos ni debemos esperar que cada año Su Majestad le recuerde a la clase política cuáles son sus responsabilidades.
Raúl Suevos
A 24 de diciembre de 2019
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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