El invierno de la cigarra española


En mi generación la fábula de la cigarra y la hormiga era una de las que más se resaltaba en la escuela. Se trataba de transmitir el sentido de ahorro y, sobre todo, de previsión. La cigarra cantaba y disfrutaba del verano mientras la laboriosa hormiga sudaba llevando provisiones para el invierno a su refugio. En estos días de tribulación a mi me viene constantemente a la memoria aquella vieja fabula de parvulario.
En España, durante años, generaciones ya, nos hemos dedicado a jugar a la cigarra, autoconvenciéndonos de que somos el mejor país del mundo para vivir –los miles de jubilados de toda Europa que, entre otros casos, vienen a vivir aquí son una muestra- y que el futuro solo puede hacer nuestra vida aún más maravillosa. La crisis del 2008, cuya superación nos deja en los últimos lugares entre nuestros vecinos, es sólo un mal recuerdo para la mayoría y los que aún la sufren no cuentan más que en las estadísticas.
Teníamos una sanidad de altísimo nivel que alcanzaba a toda la ciudadanía pero, el régimen autonómico y sus competencias mediante, en la actualidad y tras años de recortes en casi todas las regiones, recortes en plantillas, en inversión en medios e infraestructuras, en salarios de los profesionales, en protección legal de los mismos, han llevado a una clara pérdida de capacidad de todo el sistema; en unas regiones más que en otras.
Los larguísimos tiempos de espera para atención de los especialistas, o, aún más, para intervenciones quirúrgicas, algo impensable hace unos años, eran y son una señal de que nuestra sanidad ya no respondía a la imagen que nuestros políticos, unos y otros, se ha esforzado en trasladarnos con un empecinamiento que rayaba en lo delictivo. Pero nosotros, sin protestar, ahí seguimos durante años, haciendo como que nada pasaba.
En tiempos relativamente recientes la gripe A y el SARS nos avisaron de que cualquier día una nueva epidemia podía traspasar nuestras fronteras pero, de nuevo, el mensaje subliminal que venía de arriba era que eso no podía llegar nunca a nuestro maravilloso país; esas cosas se quedan en el tercer mundo, como el Ébola; pero no, esta vez no. Y mientras nosotros seguíamos de gambas y cervecita.
Los tiempos de aflicción requieren de personas de carácter, especialmente en los dirigentes, y cuando en el puente de mando no están las personas adecuadas el riesgo de colisión, con la añadida posibilidad de hundimiento, se acrecienta enormemente. El nuestro es un barco, con más vías de agua de lo que creíamos, en el que en estos últimos días parece que, además, la brújula no funcione o, peor aún, que el capitán no sabe dirigir el barco, y claro, yo me pregunto si nuestro sistema de selección de capitanes es el adecuado ¿Nuestro sistema permite elegir a las personas idóneas o simplemente es una forma de legalizar el acceso al poder de determinados personajes o grupos? ¿Deberíamos cambiar las reglas de elección?
Raúl Suevos
A 21 de marzo de 2020
Versión en asturiano en abellugunelcamin.

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