Salud y república
Estamos de aniversario y algún indocumentado, como ese Garzón
que tan rápido se ha pasado al traje y la corbata gubernamental, se ha lanzado
a recordar la efeméride del nacimiento de la República con ese salud requisado
a los anarquistas. Quizás hubiese sido mejor recordar a los fallecidos del día
pero supongo que querría emular a su jefe ideológico, el indignado de
Galapagar.
Es curioso que estos sociocomunistas gubernamentales se
arriesguen a recordarnos según qué cosas. A esa misma República intentaron
cargársela en octubre del 34 con una revolución que regó con sangre y
destrucción Oviedo y las Cuencas mineras, vivencias positivas sólo para
nostálgicos del soviet; acontecimientos que quitaron a comunistas y socialistas
el derecho a condenar el Alzamiento del General Mola en el 36, por más que el
relato actual intente obviarlo.
Son los socialistas los que más debieran estudiar aquellos
hechos. Largo Caballero lideró con los comunistas dos gobiernos; lo ataban en
corto los comunistas que contaban con el armamento y asesores militares
llegados de Rusia, estos acabarían casi todos fusilados en Moscu a su regreso,
salvo Orlov que por los pelos se escapó y camufló durante años en los USA. El
coste de ese apoyo lo pagó Negrín, ministro de hacienda, con el oro que envió a
Stalín sin conocimiento de Azaña ni de Largo Caballero, algo normal entre ese
tipo de caballeros.
Para el 37 Largo ya estorbaba y los rusos maniobraron para
colocar a Negrín, del que aún hoy no se sabe si iba o si venía. Antes desencadenaron
la gran purga de anarquistas y, sobretodo, los trostkystas del POUM, el Partido
Obrero de Unificación marxista. Se puede hablar de masacre sin exagerar -de Andreu Nin no se recuperó ni el cadaver-, y de
las peores, de las que se producen en la oscuridad de las cárceles que nunca
existieron, en las checas de Barcelona. Cuando acabó el verano ya no quedaba rastro
de revolución en España, los designios de Stalin eran la doctrina del gobierno.
Nuestros neoestalinistas pugnan de nuevo por manejar al Largo
Caballero de hoy, a ese doctor Sánchez de profundas convicciones, y como hoy la
guerra se hace a golpe de titulares el agitador de la Complutense necesita
escaparate para vender su producto a sus sectarios adeptos, que no
correligionarios. Como la renta vital mínima no acaba de salir como él quiere,
con ella desaparecería gran parte del trabajo asalariado del agro español, y el
ministro Escrivá se resiste cual coronel Moscardó, hay que buscar otro señuelo.
Esta vez, una más, le ha tocado al Rey. La estupidez de hoy,
no merece otro calificativo, se encuadra en ese permanente falso acoso a la
institución monárquica que no tiene a ésta como objetivo sino al propio Sánchez, que se ve en la tesitura de
una y otra vez hacer de don Tancredo y aguantar la indignación de la oposición
en el Congreso y de la mayoría de la ciudadanía en su fuero interno. La Corona
la defiende la Constitución y el Ejército, afortunadamente, no es el de una
república popular sino el de Reino de España.
Raúl Suevos
A 14 de abril de 2020
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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