Un nuevo regeneracionismo


Durante generaciones, en España, ante una calamidad llegaba el dicho contemporizador de “más se perdió en Cuba”, recordando la pérdida de las provincias ultramarinas a manos del yanqui. Fue una auténtica hecatombe para el imaginario de los españoles de la época; de un lado la terrible cuantificación de las pérdidas humanas y la visión de los despojos humanos que iban llegando en terribles condiciones en los barcos del Marqués de Comillas, y del otro el sentimiento de haber perdido las últimas posesiones americanas, aunque la pronta recuperación de la economía mostraría que la pérdida no era tan terrible.
El sentimiento general era tremendamente negativo y daría lugar en lo artístico a la conocida Generación del 98, y en lo político al Regeneracionismo. Un movimiento éste de carácter transversal en el que había figuras de todo el arco político pero en el que descollaba Joaquín Costa, el León de Graus. Enseñante, jurista, historiador, geógrafo y político, pocos ámbitos escaparon a su interés aunque fue como cabeza más conocida de ese movimiento regeneracionista como pasaría a la historia.
Costa elaboró un lema para su teoría, “Escuela, despensa y siete llaves a la sepultura del Cid”. Hoy, para algunos, nos encontramos ante un desastre de dimensiones y consecuencias iguales o superiores a las de la Guerra con los EEUU, y también para algunos se hace necesario un movimiento regeneracionista, y quizás el lema de Costa tenga alguna vigencia todavía.
La escuela era entonces fundamental, solo el tenue brillo de la Institución Libre de Enseñanza, de la que Costa había formado parte, se salvaba, el resto era desolación, y hoy en día, queremos autoconvencernos de que tenemos un sistema educativo de primera clase, como ocurría con el sanitario por cierto, pero la realidad es que nuestra universidad, con muchos años de cooptación interna a las espaldas, no es seguro que aguante muchas comparaciones; y las privadas aparecen más en la prensa por oscuros negocios con las titulaciones que por logros académicos. Las leyes de enseñanza, desde hace años, no son más que el campo de duelo de los dos grandes partidos. En fin, para qué más.
La despensa es, no cabe duda, donde más se ha progresado pero, dejando de lado la ingesta proteínica entonces muy escasa, y centrándonos en los medios para acceder a ella, es decir, el trabajo, también ahí parece necesario un cambio profundo puesto que la dependencia tan enorme de nuestro PIB de turismo y esparcimiento es probable que nos ponga de rodillas muy en breve. Por otra parte, la gran industria está al albur de que las cabeceras a las que pertenecen decidan su deslocalización. En Sevilla tiembla la industria aeronáutica y los centros automovilísticos rezan en cada ciudad a su patrón. En Asturias hace tiempo que no quedan lágrimas.
Las siete llaves de Costa, afortunadamente, las encontró don Ramón Menéndez Pidal que recuperó y nos trajo la figura del Cid para conocimiento, satisfacción y orgullo de los españoles, pero parece claro que hoy, más que nunca, hay que dejar de lado la historia, especialmente la que nos divide, y centrarse en construir una nueva sobre la base de una Europa fuerte, esa de la que nuestro gobierno espera un maná, que nos sirva de locomotora y referente en los conocimientos y actitudes que necesitamos para sobrevivir como nación en un mundo cada día más competitivo y beligerante, más tensionado cada día por las políticas de las potencias.
¿Encontraremos a un Costa para un nuevo regeneracionismo?    
Raúl Suevos
A 20 de mayo de 2020

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