El virus y los cancios de chigre

 

Son los cancios de chigre, o cantares si se prefiere, una de las tradiciones que, durante generaciones, mejor han representado la cultura asturiana. Hoy, desgraciadamente, hablamos de algo que se encuentra en trance de desaparición por más que a los asturianos nos guste presumir de lo nuestro. Las sidrerías, en pleno auge en estos años, como la propia sidra, son los testigos ruidosos de esa lenta y, por el momento, irrefrenable agonía de algo que hace no demasiados años era distintivo de nuestra región.

En los Estados Unidos donde, pese a las continuas salidas de tono de su presidente, siguen investigando los distintos aspectos del maldito virus, han llegado ya a la conclusión de que el virus se propaga, principalmente, con la expulsión de microgotas cuando tosemos, no tanto a través de las superficies donde ha podido quedar depositado, pero, sobre todo, también y con igual peligrosidad que la tos, con lo gritos y cantares; con estas dos últimas acciones proyectamos nuestro aliento a gran distancia. Tos, gritos y cantares, aquí están, según esos estudios, nuestras acciones y vectores más peligrosos.

En Asturias, las cifras así lo atestiguan, parece que no estamos haciendo mal las cosas por el momento pero, en el resto del país, vemos como la epidemia parece querer rebrotar, y es que, los investigadores yanquis, nos han dado de pleno. Si obviamos la tos, que no reconoce razas ni culturas, con las otras dos acciones peligrosas lo tenemos muy difícil, hay que reconocerlo. Somos gritones, muy gritones, y eso, actualmente, tiene consecuencias muy dañinas,  máxime si lo hacemos en estrecha compañía de muchos.

La noche, cuyo empresariado se queja de maltrato por parte de la administración y los horarios que en muchos sitios se les están imponiendo, es un ambiente en el cual es imposible desempeñarse sin expresarse a gritos. Más cuanto más se extiende la noche y el efecto de la ingesta alcohólica se hace notar. Los gritos, y con ellos las microgotas, son la forma de comunicación más usual. Pero en casa sucede lo mismo cuando nos reunimos para el cumpleaños de la abuela, o de los niños; todos acabamos alzando la voz para hablar con la prima que está en la otra esquina de la mesa o para pedir al abuelo que pase la salsa romescu. Es nuestra cultura, que ahora nos lleva al desastre.

 

A mí me gustaría que, cuando esto pase, las sidrerías hiciesen algo para recuperar los cancios de chigre, que no quedase solo en esas jornadas en las que la tercera edad gijonesa, o de otras poblaciones asturianas, se reúne, casi emocionada, en la Plaza del ayuntamiento con las letras en la mano a recordar los cantares de antes. Mientras tanto, parece que este verano nos libramos de esa forma de transmisión.

Raúl Suevos

En Gijón a 10 de agosto de 2020

 Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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