Caminando por la senda de la decadencia

 

Bentham fue el creador de la doctrina del utilitarismo, allá por el S. XVIII, filosofía política que desarrollaría años más tarde John Stuart Mill, con obras como “sobre el gobierno representativo”, y que afirma que la mejor acción es aquella que produce el mayor bienestar para el mayor número de individuos.

Mill en su obra nos da las claves para desarrollar el mejor gobierno para la mejor sociedad y, entre otras razones, lo basa en la clara definición de los derechos y libertades de los ciudadanos, y los límites de la acción de gobierno, pero, especialmente, señala la educación de los individuos de un lado y la selección de los servidores del estado de otro, como fundamentales para lograr una sociedad sana y progresista.

Estos últimos días algunas noticias me han hecho recordar mi iter personal y lo que parece ser la senda que nuestro país se dispone a recorrer. En relación con la educación retrocedo hasta mis quince años y el quinto curso de bachiller, que a mí me encontró en el instituto Jovellanos a la par que descubría un fuerte y renovado interés en las muchachas del doña Jimena, ubicado a unos pasos de nuestro centro. Aquello fue una debacle; hice bacarrá, que era la denominación con la que el argot estudiantil describía el suspenso general, salvo religión y gimnasia. Me supuso  el coste de un año y mi petición voluntaria, consciente de mis flaquezas, para ir interno al Loyola de Oviedo, donde logré acabar el bachiller sin más problemas. De allí a opositar, con la lección del premio al esfuerzo bien aprendida.

El siguiente paso me costó tres años de oposición, un mecanismo que Mill describía, ya en 1861, como el más eficaz para dotar al estado de servidores con una suficiente y contrastada formación de base, a la par que ahorra caudales con esa preselección. Educación y oposición, dos mecanismos de contrastada operatividad para lograr esa mejor sociedad y esa administración eficiente.

En España estamos actualmente ante una especie de barra libre en relación con los suspensos; prevalece el evitar sufrimiento al alumno sobre la adquisición de conocimientos y, lo que es más importante, la valoración del esfuerzo y del mérito; como si, en una sociedad cada vez más competitiva, esos aspectos no tuviesen importancia en la construcción del futuro adulto.

Lo anterior se combina con la decisión gubernamental de convertir en fijos a los interinos con más de diez años en el puesto, escamoteando esas plazas de la libre concurrencia por el sistema de oposición, algo que, con independencia de los meritos y derechos de los actuales ocupantes de esos puestos, abre la puerta al desmontaje de un sistema que se ha demostrado a lo largo del tiempo como el más utilitario para reforzar la sociedad y el estado nacional. Estamos caminando una senda que sólo puede llevar a la decadencia como sociedad.

Raúl Suevos

A 8 de agosto de 2021

Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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