Murió un cadete gijonés en Zaragoza
Apenas un suspiro en los medios de comunicación nacionales, eso es lo que ha supuesto la muerte de un cadete de la Academia General Militar en el día de ayer en el Campo de maniobras de San Gregorio. Un lugar infernal donde se adiestran los futuros oficiales del Ejército Español y también el resto de unidades del mismo. Un terreno batido por el cierzo durante el invierno, ese viento norteño que allí llaman Moncayo y que hace que la sensación térmica lleve a los que lo sufren a pensar que están en plena tundra siberiana; es también un territorio tórrido durante el verano, con polvaredas intermitentes entre calmas sofocantes sin ninguna fuente de agua en sus 35000 Ha y 110 km de perímetro. Un lugar inhóspito, duro y sin duda adecuado a la finalidad que se busca; formar a los futuros oficiales del Ejército.
El cadete, alumno de cuarto curso, alférez alumno por lo tanto y con la mayor parte de su formación ya realizada, era una promesa de buen hacer para la Infantería, Arma a la que pertenecía, y, según las noticias, realizaba una marcha topográfica por alguna zona del campo. La autopsia habla de muerte natural pero, en todo caso, será una investigación judicial la que trate de aclarar las circunstancias. Todo esto poco o ningún consuelo traerá a sus padres y allegados; y en su promoción será recordado como el primer caído en acto de servicio. A mí, el suceso, me deja un cierto regusto amargo, pese a que el Decálogo del cadete les exhorte a ser empleados en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, pues la muerte siempre es difícil de aceptar, más aún la muerte de un joven. Quizás sea porque en estos mismos días vemos a la policía impotente, en todas las esquinas de España, ante los rebaños, palabra que uso intencionadamente, de jóvenes celebrando el fin de las medidas contra el covid, en botellones multitudinarios que acaban con el sosiego de los vecinos y suenan a invitación para una sexta ola. O también con los asaltos de manada a quien delinque, para los acosadores, por simplemente ser diferente. Todo ello nos da una imagen de país del cual se hace difícil sentirse orgulloso, y si pensamos en el futuro…para preocuparse.
Nuestro cadete gijonés ha tenido poca cobertura informativa, es otro el interés de los medios de comunicación, su joven consagración al servicio de la patria no concita la admiración de sus conciudadanos, quizás, tal vez, llegado el caso de una puntual crisis internacional nos acordemos de él y sus compañeros de armas, como de Santa Bárbara cuando truena, por ello el regusto amargo de la noticia y de lo que implica, si nos paramos a pensar un poco en ello.
Raúl Suevos
En Gijón a 7 de septiembre de 2021
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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