El pogromo
Deriva la palabra Pogromo del ruso porque allí, durante
siglos, se producía ese movimiento de masas, a veces espontáneo, otras inducido
por ocultos intereses, que daba como resultado la matanza de judíos y,
generalmente, la rapiña inmediata de sus propiedades muebles y la posterior
compra a precio de saldo de las inmuebles.
El concepto es de aplicación a múltiples situaciones, tanto
de lugares como de sociedades. Nosotros nos hemos librado de esa lacra
histórica –tenemos otras- porque hace ya cinco siglos se procedió a expulsar en
masa a los judíos, lo que nos convierte, en cierto modo, en campeones del pogromo
a nivel mundial, y ello después de que durante el siglo XIV nos hubiésemos
significado con varias matanzas de judíos en las distintas juderías del país.
En todo caso es fácil encontrar un denominador común en todas
estas situaciones, el ataque indiscriminado de la masa contra una minoría, con
independencia de la lengua que hablen o el credo que practiquen. Siempre
encontramos una sociedad envilecida detrás de esas manifestaciones,
generalmente con el impulso interesado de las autoridades políticas y/o
religiosas.
Son sociedades cobardes puesto que se componen de una parte
de animales embrutecidos, que son los que acometen, y otra parte, no menos
importante, que se dedica a mirar para otro lado. Son sociedades modernas,
pues, si prestamos un poco de atención, veremos tantos signos e indicadores en
nosotros mismos que podríamos deducir que seguimos siendo “matajudíos”, un
apellido de uso aún, o el nombre de un pueblo no hace mucho eliminado mediante
votación popular.
Es la sociedad que hemos visto mientras asesinaban a
compatriotas, en toda España pero especialmente en el País Vasco, mientras unos
aplaudían y otros callaban, y los curas bendecían. La misma sociedad que hoy se
regodea con la bonanza económica que patrocina un concierto injusto y lesivo
para el resto, mientras acoge a los asesinos, con alegría unos, tapándose las
narices otros, todos como si nada hubiese ocurrido. Una sociedad envilecida en
su comodidad.
Ahora asistimos a un nuevo pogromo. Más abyecto aún ya que
el objetivo es una sola familia, un único niño, una criatura de cinco años para
el que sus padres quieren que se cumpla la ley, en un estado que, nominalmente,
se dice de derecho. Un pogromo en el que de nuevo unos callan mientras la
mayoría se siente ultrajada por esta familia heroica. Un niño que,
difícilmente, saldrá incólume de esta situación bochornosa para Cataluña –sus
instituciones, todas- y para España.
Que el motivo de todo esto sea la imposición del catalán
acaba siendo secundario, lo penoso es el envilecimiento de una sociedad, y la
catalana también es la española.
Raúl Suevos
A 10 de diciembre de 2021
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
PS. He corregido el título porque un amable lector me dice que llevaba una erre de más, desgraciadamente, el envilecimiento social, que es el concepto que subyace en la tribuna, permanece intacto.
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