Watergate a la española
Ese complejo hotelero de Washington da nombre desde hace años a las operaciones políticas encubiertas, generalmente delictivas o al filo de, encaminadas a socavar la imagen o las acciones de los adversarios. Saltó a la primera página de los medios cuando unos elementos del partido republicano fueron descubiertos, en plena campaña electoral, y en medio de la noche, espiando en las oficinas del cuartel general de los demócratas para beneficio del presidente en cargo Richard Nixon, quien, a partir de ese momento, pone pies en pared hasta que el crecimiento del escándalo, animado por las filtraciones internas, acaba con su dimisión de la presidencia.
Allí nació también la denominación de “fontaneros” para todo
ese tipo de personajes que actúan en la clandestinidad, o simplemente fuera de
la primera plana, para mediante todo tipo de argucias o maniobras poco
ortodoxas, beneficiar al partido o dirigente para el que se trabaja. Y de eso
aquí tenemos también bastantes elementos, aunque no siempre se lleguen a
conocer sus actividades. Uno de ellos, el señor Carromero, volvió ayer, como un
mal sueño, desde la historia de las chapuzas políticas del pasado reciente.
En 2012 llegaron un par de jovenzuelos a la Habana; un
nórdico alto y rubio; y en otro vuelo, un bajito, rechoncho y alopécico
espécimen hispano. Formaban un extraño remedo del gordo y el flaco que no podía
pasar desapercibido para la policia secreta cubana, siempre atenta y con
antenas en aeropuerto y albergues. Tras alquilar un vehículo y alojarse en un
hotel del centro de la ciudad contactan con Oswaldo Payá, el más notorio
disidente político de Cuba en aquel momento, y se ponen en marcha hacia
Santiago de Cuba para encontrar y contactar otros disidentes del régimen en
aquella ciudad. Viajan de noche y al amanecer, tras varias horas de conducción
nocturna del menos espigado y en contra de los consejos más prudentes, el
asfaltado cambia inopinadamente a tierra –cosas de la desaparición repentina de
los rusos que dejó muchas obras inacabadas- y el sobresalto hace perder el
control al conductor; el coche se sale de la vía y golpea lateralmente contra
del único árbol presente en toda la zona, precisamente en la parte donde viaja
Payá que pierde la vida, y también el otro disidente que les acompaña. Este es
el cuadro que describe la policía de carreteras en su atestado y que una
investigación de la embajada española corrobora. Lo demás son historias.
El tipo bajito era Carromero, entonces jefe de las juventudes
populares madrileñas, comunidad autónoma entonces presidida por Esperanza
Aguirre, y que también era “colega” de un entonces emergente y futurible Pablo
Casado. Su historial en la Dirección general de tráfico no lo hacía el más
adaptado para una misión de conductor en un país como Cuba, pero tanto daba. De
su viaje “nadie” sabía nada, ni en Madrid ni en la embajada habanera, los
fontaneros siempre actúan por su cuenta, dicen, y, en estricta aplicación de la
ley cubana, al deplorable conductor y aprendiz de político le cayeron varios
años de cárcel que, en pocos meses, pasarían a cumplirse en Madrid, primero en
una prisión y después en libertad vigilada, todo siguiendo estrictamente la
legalidad vigente. Hoy Carromero ha vuelto.
Ha vuelto a aparecer en las noticias, para rápidamente pasar
a dimitir desde su cargo de coordinador general en el ayuntamiento de Madrid y
tras citarse su nombre en la trama de supuesta corrupción de un lado, y
espionaje interno del otro, como presunto espía de las actividades de la
presidenta regional Ayuso y sus familiares. Un asunto que amenaza con llevarse
por delante a las figuras más notorias del actual Partido Popular, y con ellas
las optimistas previsiones que no hace ni una semana, tras las elecciones en
Castilla y León, se hacían los militantes y seguidores del partido. No es muy
probable que esta operación de fontanería política vaya a salir gratis, los
adversarios ya están siguiendo el filón tratando de sacar provecho de esta
muestra de debilidad desencadenada por los propios populares, y en la que sólo parecen
distanciarse quienes les disputan los votos en el campo conservador, que pueden
permitirse mantenerse en un honroso, elegante, y sin duda fructífero silencio.
Qué grandes fontaneros podrían llegar a ser; una pena que no
les explicaran que estos esfuerzos es mejor dedicarlos al adversario y no a la
familia. Supongo que ello es por tratarse de un Watergate a la española.
Raúl Suevos
A 18 de febrero de 2022
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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