El medio ballestrinque
En el Curso militar de montaña, en Jaca, cuando llegaba la
fase de escalada empezábamos con el aprendizaje de nudos, no tantos como en el
medio marítimo, pero igualmente vitales. El más simple de todos ellos era el
medio ballestrinque, un pequeño lazo que debía pasarse por el mosquetón de
seguridad y que era la clave de todo lo que vendría a continuación, la técnica
de escalada. Con el medio ballestrinque aseguraríamos al compañero en la pared
y haríamos que esa actividad, siempre peligrosa, pasase a contar con algo
parecido a un colchón salvavidas en caso de caída.
El asunto se las traía, y los profesores, acostumbrados a ver
las caras de asombro y escepticismo de los alumnos, tenían preparada un sesión
práctica en el conocido como Puente del ruso, a un kilometro por debajo de
Candanchú. Allí, lanzaban al vacío una enorme rueda de tractor atada a la
cuerda de escalada y que todos nosotros debíamos sujetar con la simple presión
de nuestros temblorosos índice y pulgar, y, el incomparable y mágico medio
ballestrinque.
El colofón de la sesión de prácticas era que había que confiar
en la técnica y en los materiales para poder escalar sin reparos ni temores; y
tenía un efecto inmediato que nos permitía avanzar sin miedo en esa actividad
siempre arriesgada.
La nación moderna cuenta con un medio ballestrinque para
poder avanzar en medio de las aguas procelosas que siempre supone el juego de
la política, la interna y la externa. Ese nudo que nos protege se conoce en
todos los países como Agencia nacional de seguridad, y en el nuestro también
como CNI, Centro Nacional de Inteligencia. Es el artefacto mediante el cual
nuestro gobierno, el de un estado hipergarantista y democrático, procura
precaverse ante las amenazas internas y externas que puedan amenazar nuestra
seguridad; y lo hace espiando en el exterior, y vigilando en el interior,
conceptos que pueden parecer similares pero que entrañan una profunda diferencia.
Los agentes del CNI procedentes de la Fuerzas armadas, cada
vez menos al parecer, han jurado defender “la unidad e integridad territorial,
así como el ordenamiento constitucional”, y supongo que los procedentes del
mundo civil harán algún tipo similar de pronunciamiento. Todo ello hace que los
acontecimientos de la última semana, en relación con la aplicación Pegasus,
hayan bailado entre el vodevil y la astracanada; en ningún caso en el ámbito de
la seriedad que merece el asunto, y quizás haya sido la intervención
parlamentaria de la que hoy ya es cabeza de lista de un partido en las
elecciones andaluzas la que más aprobación haya concitado entre los que siguen
estos asuntos del gobierno de la nación, cada vez más penosos.
El CNI, pese a quien le pese, es nuestro medio ballestrinque,
y hay que confiar en él, empezando por el gobierno, y en los jueces que controlan sus intervenciones; sólo
desde el interés partidario, o aún peor, desde el odio a la nación española
puede ponerse pegas a su actuación en este asunto. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 7 de mayo de 2022
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