Garzón, el ministro evanescente
Aún lo recuerdo llegando a su primer consejo de ministros,
con su traje nuevo y su canesú; uff, no; perdón, con su carterita de ministro,
de negro cuero brillante recién salido de las manos del guarnicionero, con el
nombre de su flamante ministerio escrito en letras doradas bajo el escudo de
España. Su cara reflejaba la satisfacción del que ya ha logrado todo en la
vida. Y seguramente así es.
El joven Garzón, secretario general de Izquierda Unida, y
miembro del Partido Comunista -que sí, señores, aún existe, y tiene sus
pretensiones; nunca ha dejado de tenerlas- se hacía cargo del ministerio de
Consumo, un garito recién creado con lo que antes era una dirección general
para cumplir con lo acordado en el pacto entre Sánchez e Iglesias, aquel que,
supuestamente, no le dejaría dormir, algo que, a día de hoy, y dada la ausencia
de ojeras de nuestro presidente, no parece que haya ocurrido.
Desde ese ministerio el joven Garzón nos ha conmocionado con
variopintas intervenciones y campañas, casi todas parcial o totalmente
justificadas por el fondo del asunto que trataban, pero todas ellas, también,
absolutamente extemporáneas y faltas de tacto en la forma de publicitarlas. En
general conseguía la repulsa casi generalizada del personal, incluyendo los
propios compañeros de gobierno, y, en algún caso, como el de las macrogranjas
castellanas, destrozaba la campaña electoral de su propio grupo.
Estos días asistimos de nuevo a una campaña relativa al
consumo de las familias. En este caso es la vicepresidenta Díaz, comunista como
él y supuesta jefa de filas en las próximas elecciones con ese invento que no
acaba de arrancar cuyo nombre es Sumar, la que se ha lanzado a promover una
cesta básica de la compra con las grandes superficies para aliviar la dura
existencia de las familias españolas. Algo a lo que parece que no hacen ascos
alguna de las grandes marcas, y no es para menos.
El asunto ya ha levantado una riña interna en el gobierno,
pues viene después de la estrambótica
propuesta de topar los precios, acción, creo, que sería ilegal en esa
Europa a la que pertenecemos. En cualquier caso, a mí que no soy más que un
vecero de esos establecimientos, me parece que flaco favor nos hace al conjunto
de la nación, pues uno de los daños colaterales sería la desaparición de los ya
escasos fruteros, pescaderos o carniceros de barrio, ya reducidos en la mayoría
de ciudades. Tampoco favorecería a los productores que en origen verían como,
en el mejor de los casos, los precios seguirían siendo antieconómicos para
ellos, o incluso bajarían por la presión que sobre ellos ejercerían los grandes
distribuidores. Eso sí, con el cuento de la cesta básica compraríamos más
terceros productos ya de paso en las grandes superficies, ¿O no?
Y mientras Garzón desaparecido.
Raúl Suevos
A 8 de septiembre de 2022
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
Comments
Post a Comment