En torno al invierno nuclear


Desde casi el inicio de la invasión de Ucrania, exactamente desde cuando el zar de todas las Rusias puso en estado de alerta a sus fuerzas nucleares, el fantasma de lo que se conoce como invierno nuclear, es decir, las consecuencias climáticas de las nubes de ceniza que se expandirían por todo el globo tras un conflicto nuclear más o menos generalizado, y que, según algunos científicos, serían de mayores consecuencias que las de la nube provocada por el volcán Krakatoa en 1883, calculada en una potencia de 350 megatones que, para ponernos en situación, era muy superior a los 20 megatones de Hiroshima.

Ayer, el asunto del invierno atómico tomó nuevo impulso con la noticia de que el último modelo de submarino soviético, el Belgorod, de nombrecito terriblemente similar al del demonio Belfegor, que también es casualidad, abandonaba su puerto en el mar Ártico para iniciar ignotas y amenazantes singladuras. Y es que el tal ingenio, o sistema de armas en terminología militar, lleva a bordo un supertorpedo de terrible nombre también, Poseidón, armado de cabeza nuclear y capaz de arrasar una ciudad como Nueva York, o Gijón, si se le pone a Vladimir. Ye lo que hay.

Para ponernos en situación, en esto de lo nuclear, conviene recordar que la llamada Guerra Fría tuvo como fase inicial la doctrina de la Contención por parte de los Estados Unidos, que eran los únicos en posesión de capacidad atómica. Le siguió, cuando la URSS logró el poder nuclear, la doctrina de Disuasión, que evolucionaría rápidamente hacia la teoría de la Destrucción mutua, en inglés MAD, loco, Mutual Assured Destruction, que no necesita explicación y tras la que se encontraría la ausencia de confrontación directa durante aquel periodo entre las dos grandes potencias.

A mí me parece que Putin quiere renovar ese juego, el de la disuasión, aunque ni siquiera es seguro que el Poseidón exista tal cual, pues a un nivel más precario, no han sido capaces de desarrollar el innovador y potente carro de combate Armata, por falta de componentes gracias a las cacareadas sanciones; y tampoco el torpedo tiene por qué ser tan eficaz, y aquí me vienen a la memoria el desgraciado Kursk, también una joya de la Armada rusa.

Otra de las opciones barajadas, más humilde esta, es la del empleo de un ingenio nuclear táctico en las tierras ucranianas, pero esta solución también es problemática pues su uso, según la doctrina militar, va seguido del avance de las fuerzas propias, con medios e instrucción muy especiales para progresar por terreno contaminado; y visto lo visto en Ucrania me cuesta encontrar una unidad rusa capaz de hacerlo.

A la disuasión antes la llamaban alarde, y buscaba impresionar al adversario.

Raúl Suevos

A 3 de octubre de 2022

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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