A la gallina España apenas le quedan plumas
De niño pasaba los veranos en la casa familiar de Marentes,
en Íbias. Era un estío tremendamente divertido y sorprendente para un niño de
ciudad, aunque el Gijón de finales de los cincuenta no fuese Manhattan precisamente.
Y el mundo animal del caserío, abundante, aportaba un plus enorme al
conocimiento de la vida que la escuela no podía suplir.
Recuerdo que entre las gallinas solía haber una de apariencia
maltrecha, con pocas plumas, menos cada día. Una pita que era objeto de la ira
del gallo del corral y también de las propias gallinas, que a picotazos la iban
despojando de su plumaje, dejando ver un cuerpo escuálido en comparación con el
lustroso volumen que las plumas daban a sus hermanas. A mí, apenas un guaḥe de cinco años, el asunto me daba para pesadillas que, en
muchas ocasiones, cortaba el aullido nocturno de la raposa intentando en vano
asaltar el gallinero. Al cabo de un tiempo la historia acaba abruptamente
cuando la tía Sara se hacía cargo del asunto, y la desplumada gallina acababa
en el pote.
Estos días me acuerdo mucho de la gallina cuando veo lo que
sucede con la subasta que un gobierno débil se ve obligado a hacer para sacar
adelante sus presupuestos. Algo, por otra parte, bastante normal en el juego
parlamentario en aquellos países que tienen la suerte de contar con este
sistema político. Pero se suponía que había ciertos límites infranqueables a la
hora de subastar, pues eso parece la situación actual, los recursos del estado.
Las noticias de ayer nos dieron cuenta de las últimas plumas,
por ahora, que le arrancaron a la gallina España. Algunas eran para hacernos
llorar a los asturianos al tomar razón de los 250 mil euros que irán para la
promoción del circo en vascuence. ¿No me digan que no suena a coña? Mientras la
Academia de la LLingua supongo que deberá esperar a que algún diputado
valenciano, como el pasado año, introduzca una moción para dotar con 100 mil
euros a la humilde institución regional.
Por los pasillos de las Cortes siguen cayendo las plumas de
la gallina, de más que improbable reposición, y una de las últimas, y quizás la
más dolorosa por lo que implica, ha sido la retirada de la Guardia Civil de
tráfico de las carreteras navarras. Una pluma que se pondrá a modo de trofeo en
su penacho el grupo Bildu, heredero de los asesinos de ETA, que con esta cesión
del doctor Sánchez logra que la sangre derramada durante los años de plomo
parezca que no sirvió para nada, y que aquellos guardia civiles de la Barranca
se sientan como si la jauría de Alsasua siguiese pateándoles en el suelo. Ye lo
que hay.
Raúl Suevos
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