El servicio exterior de España
A lo largo de mi vida profesional he desempeñado mi trabajo
en operaciones exteriores y destinos en el extranjero, teniendo en casi todos
ellos la oportunidad de relacionarme con personal del Servicio exterior de
España, es decir, del cuerpo diplomático, y mi impresión, que como todas las
personales puede ser sesgada, es que, en general, siempre hay excepciones para
confirmar la regla, son personas ajenas al mundo real porque, especialmente
durante sus periodos en el extranjero, viven en una burbuja de servicios a su
disposición que los aleja de la percepción de las cosas del común.
Esto no sería un problema especial si no afectase al
desempeño de sus funciones pero, me temo, cuando llegan a puestos de
responsabilidad suele suceder que no logran ver el alcance de los intereses de
España; y no tenemos más que ver como nuestra acción exterior, sin duda marcada
por el mínimo empaque de la mayoría de nuestros ministros de exteriores, y
algún escándalo económico de nivel embajador, se ve cada día más reducida e
incluso arrinconada, sin que la acción de los mandos intermedios contribuya a
paliar la situación.
Mi último puesto en activo fue como agregado de defensa en
una embajada donde pude ver de cerca el desempeño diplomático, también tuve
ocasión de conocer la Escuela diplomática como alumno del curso de observadores
electorales y más tarde pude participar como observador internacional para la OSCE
enviado por nuestro MAEC, algo que supuso una enorme y enriquecedora
experiencia personal.
Como observador comprobé el interés que esa actividad puede
tener para el ministerio de defensa, corroborado por el personal de los
servicios de defensa de otros países que allí encontré, algo que me llevó
tiempo después a intentar abrir una vía de colaboración entre Defensa y la
Oficina de derechos humanos del MAEC, responsable de la observación electoral
española. Para mi sorpresa tal posibilidad fue rechazada radicalmente por
“antinatural” según la responsable de la Oficina, algo que me dejó sorprendido
y entristecido pues estaba convencido de lo beneficioso que ello sería para el
servicio exterior, entendido éste como concepto.
Este año, después de unos cuantos sin hacerlo, se ha
convocado un nuevo curso de observadores en la Escuela diplomática, y aunque me
consta que algún uniformado había entre los postulantes, no parece haber habido
espacio para ninguno de ellos, supongo que porque en nuestro cuerpo diplomático
seguirá viendo esas relaciones como antinaturales pese a que el EEAS, el
servicio exterior de la Unión Europea, tiene su propio departamento militar
para dirigir las múltiples misiones exteriores en las que Europa se ve inmersa,
cada día más.
Nuestros servicios de inteligencia cuentan con analistas que
siguen el devenir de países lejanos, algunos de ellos sin posibilidad de pisar
el terreno, y las misiones de observación electoral son una oportunidad
excelente para acercarse a la realidad de algunos de ellos, generalmente
inestables, que facilita el posterior análisis. Son cuadros de gran preparación
que sin duda realizarían su trabajo como observador de forma impecable pero, a
lo que parece, en el MAEC no se ve como algo natural que los uniformados se
acerquen a su mundo particular. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 2 de noviembre de 2022
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