Un aborto de sociedad
El asunto del aborto es siempre peliagudo. No importa el ángulo
desde el que se le quiera enfocar, nunca hay sosiego en el análisis porque, se
quiera o no,g todos sabemos que se trata del fin de una vida; más o menos
incipiente, con mejores o peores perspectivas vitales, pero una vida, en
definitiva.
A mí nunca me ha gustado, quizás porque nuestra primera
oportunidad acabó con un aborto espontáneo, o quizás porque, en el fondo, soy
mucho menos “progresista” de lo que creo, pero, el caso es que con la edad me
he vuelto cada vez más crítico respecto al fenómeno del aborto voluntario. Ye
lo que hay.
Entiendo la angustia de las futuras madres que, por razones
varias, se ven abocadas a tomar semejante decisión, que estoy seguro que dejará
huella indeleble en el ánimo de esas personas; y aún recuerdo, hace ya
bastantes años, cuando además de la natural desolación que sin duda produce esa
decisión, las españolas se veían obligadas a peregrinar por Europa para
someterse a la amarga operación. Hoy la cuestión ha cambiado bastante.
Hoy en España el aborto es libre hasta la 14ª semana, y puede
efectuarse hasta la 22ª en caso de enfermedad grave o malformaciones en el
feto, y lo único que se me ocurre apuntar es que en Alabama, Estados Unidos,
cuentan con el record de supervivencia mundial para un bebé de 21 semanas y un
día. A partir del dato cada uno puede pensar lo que quiera.
Mucho más allá del límite español han llegado los británicos
que acaban de aprobar el aborto hasta el mismo momento del parto en caso de
enfermedad grave o, pásmense, síndrome de down, y, qué quieren que les diga,
aunque ya a raíz de lo del Brexit me pareció que a los hijos de la Gran Bretaña
se les había ido la pinza, con este nueva decisión, recién aprobada por la más
alta instancia judicial, creo que han alcanzado cotas insuperables en su camino
de destrucción social, en el que, en mi opinión, ya iban bastante lanzados.
Leyendo la noticia no podía sino pensar en dos buenos amigos,
ambos con hijos con características muy personales, uno de ellos con ese síndrome
de down que produce personas maravillosas y a los que los británicos parece
querer condenar sin darse cuenta que, tal vez, lo que están haciendo es
manifestar que su sociedad como tal ha llegado al punto de culminación, algo
parecido a lo de los rusos en su intento de invasión en Ucrania; un punto, a
partir del cual, viene el descenso, en este caso como sociedad, porque matar a
los bebés down con este nivel de impunidad es la expresión del propio aborto
como sociedad humana.
Raúl Suevos
A 25 de noviembre de 2022
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