En casa del vecino
Conviene aclarar que no se trata del vecino de al lado, ese que,
si hay suerte, no se deja oír más allá del cierre educado y silencioso de la
puerta de su casa, y, por el contrario, si no la hay, te amarga la existencia
con música, portazos, persianazos, y todo tipo de ruidos comunitarios, hasta
acabar en los juzgados de primera instancia. No, no se trata de ese sino de la
vecina Italia, a la que, por haber vivido allí durante tres años continuo a tenerle
un gran cariño y admiración.
Sigo sus noticias de forma cotidiana. Es un recurso que me
permite durante unos minutos evadirme de la realidad de nuestro país que, en lo
político, y gracias a la polarización -expresión que oculta tras su apariencia
técnica al tradicional encabronamiento de toda la vida- está cada día más insoportable
y parece encaminarse hacia un nuevo goyesco duelo a garrotazos.
Allí, en Italia, son expertos en caminar sobre el alambre, de
hecho han contado con sagas familiares de fama mundial en ese arte circense, y
en lo político nos han deparado situaciones que parecía que acabarían con el
país, o con su sistema político, como sucediera con la famosa Tangentopoli, que
acabó con la existencia de los partidos políticos de entonces.
También han contado con sangrientos periodos de terrorismo,
de variado tipo, tanto de ultraizquierda como de ultraderecha, sin olvidar el
nacionalista de raíz filoaustríaca en el Alto Adige. Pero todo lo han ido
superando, y en ello ha tenido mucha importancia la potente, variada y
combativa clase periodística italiana, con muchos y diversos medios, de
diferente propiedad, y, por lo tanto, diversas sensibilidades; pero capaces de
dar a los italianos la imagen de la realidad de su país. De ahí, quizás, la
casi constante convulsión del panorama político del país, que da cuenta del
vibrante carácter italiano.
En nuestra etapa italiana éramos seguidores del Maurizio Costanzo
Show, un programa de actualidad y entretenimiento que todos los días concitaba
la atención de la mayoría del país. Su conductor, finales de los 90, era una
celebridad de larga trayectoria. Algo que ha seguido siendo durante estos años,
lo que le convierte, quizás, en la personalidad más notoria de la prensa
italiana. Pero todo tiene un límite.
A Costanzo acaban de condenarlo, en última instancia, a un año
de cárcel y 40.000 euros por haber felicitado irónicamente en su programa al
juez que había puesto en libertad a un hombre tras desfigurar con ácido a su
pareja. Y cabe preguntarse sobre si en Italia, casi siempre ejemplar en la
defensa de las libertades, no estarán empezando a cambiar las cosas para la
prensa.
Raúl Suevos
A 19 de diciembre de 2022
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