Estoy de Tamara y su madre hasta los onievas
Vamos a por el tercer año del Covid y el mundo está hecho
unos zorros. La invasión de Ucrania, a cargo del jinete de la guerra en su
caballo alazán, sólo representa un campo más, aunque más cercano de lo
acostumbrado, de los que suele golpear con sus cascos ese corcel, que tiene
últimamente a las tierra africanas, el Sahel, como terreno preferente. Unos
territorios sobre los que también se emplea –suele seguirlo- el jinete del
caballo negro, el hambre.
El caballo bayo, el de la muerte, siempre está presente, es
imposible sustraerse a su carga furiosa, y en tiempos era la peste la guadaña
que empleaba como herramienta más rápida y eficaz, aunque ahora, supongo, su
representación gráfica habrá que asociarla a la gran epidemia del Covid, que
estos últimos días parece emplearse con especial dedicación en las tierras
chinas, por más que sus dirigentes traten por todos los medios de “controlar”
el flujo de información al respecto, como ya ocurriera, por otra parte, al
inicio de la plaga.
Con todo esto pretendo significar que aunque los inicios de
año suelen ser un periodo de pensamientos positivos, en éste que entramos, no
está la situación como para dejarse llevar de la euforia, ni mucho menos. Y
ello sin entrar en los aspectos económicos de nuestra situación o, incluso, la
de Europa, que ve como el área del Pacífico y los Estados Unidos se están
quedando con la tostada mientras nosotros pasamos de puntillas, o mirando para
otro lado, sobre los problemas de la Deuda, con mayúsculas, las Pensiones,
también con mayúsculas, o el Envejecimiento de la población, de nuevo con mayúsculas.
Ye lo que hay.
Y aquí, en España, dejando de lado los artículos y reportajes
sobre loterías y regalos de Reyes, vemos, leemos o escuchamos un torrente de
informaciones sobre lo acontecido en una familia que tiene como principal
fuente de ingresos, desde que el cantante salió de sus vidas, la conocida como “prensa
rosa” o del corazón, eufemismo bajo el que se esconde el cotilleo tradicional
de siempre, alimento de pobres de espíritu o consuelo de hambrientos mundanos
que, como decía la abuela de una buena amiga, que aún se declara impactada por la
crudeza de las palabras, “comer con lo que ellos eructan”.
Me declaro contento del escape del nobel, a quien siempre he
admirado como escritor, y al que supongo agotado por el constante flujo de
chorreces sentimentales que esa familia es capaz de producir y que sólo tiene
un pase si uno piensa que con sus historietas sustraen durante un tiempo al
personal de la cruda realidad que nos rodea; y es que la ignorancia, no hay que
olvidarlo, es un camino fácil hacia la felicidad.
Raúl Suevos
A 6 de enero de 2023
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