Milán en invierno (IV)
Hoy tenemos comida familiar y sólo nos dejan unas horas
libres para hacer un rápido recorrido por el urbanismo milanés, sin paradas, o
sólo las obligadas; y para ello tomamos el metro al lado de casa, en San Siro,
junto al famoso estadio, rodeado por una gran explanada-aparcamiento que le da
la posibilidad de respirar y lucir impresionante incluso en una mañana
desapacible como la de hoy. Puedo imaginarme el impacto visual en una noche de
derby entre el Milan y el Inter.
Tras nuestra temporal mutación en topos urbanos nos alumbra
el día en el incomparable marco de la Estación central de Milán, y ríanse
ustedes de la de Nueva York. Golpea la vista desde el primer instante y quiero
empezar a explorarla pero me obligan a tomar un ristretto con la cremina, un
chute de cafeína, antes de zambullirnos en la magnífica obra. Con enormes
escaleras y toda ella en estilo neoclásico me llama la atención la falta de símbolos
de los Saboya, aunque en el gran salón descubro un enorme mosaico con el toro y
la corona de hierro. Sobrestantes a las grandes puertas descubro unos
espectaculares frescos (¿) con vistas de las grandes ciudades italianas, todas
ellas reconocibles; y más allá la playa de vías cubierta por unas inmensas
bóvedas de hierro y cristal. Impresionante y bello a la vez.
Salimos para contemplar la fachada, tras la que se esconde un
área reservada a la familia real con pasadizo de escape incluido y que, al
parecer, no es visitable, pero, nosotros tenemos que retroceder muchos metros
para lograr un buen encuadre y es entonces cuando descubro en el frontis la
fecha de 1931, periodo fascista por excelencia, razón por la cual el edificio
está tan huérfano de simbología. Una pena porque los adornos de la iglesia de
San Antonio de Pádova de Zaragoza son magníficos.
Desde allí tomamos una diagonal para acercarnos a una de las
nuevas zonas urbanas que tiene como polo de atracción el conocido “bosque vertical”,
un edificio doble, hoy mundialmente famoso, que se diseñó para soportar
terrazas individuales arboladas y que, pese a ser invierno, mantiene un
indudable atractivo que se suma a los parques y super-modernos edificios de la
zona de Porta Garibaldi. Y siguen construyendo, y siguen creciendo los precios.
Desde la Porta tomamos hacia Chinatown, por Paolo Sarpi, que
la atraviesa toda engalanada pues estamos en vísperas del Año nuevo chino y la
actividad es febril entre los muchos ítalo-chinos y los curiosos, foráneos o
no, que pululamos por la zona. Y más allá llegamos a la zona de Tre Torri, lo
más nuevo entre lo nuevo de Milán. Tres enormes edificios, uno de ellos de
claras connotaciones fálicas, que se abren en semicírculo para enfrentarse a
una zona de parque que se cierra con un área de apartamentos, algunos aún en
construcción, con el precio por metro cuadrado más alto de Italia, y con
propietarios, como Clara Ferragni, entre los influencer más importantes del
mundo. Lo más de lo más.
Corremos al metro para no llegar tarde. Seguirá.
Raúl Suevos
A 29 de enero de 2023
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