Dimitir, verbo inconjugable en español

 

Entre tanta noticia política se hace difícil profundizar en alguna de ellas. A veces pareciera, teoría conspirativa mediante, que se trata de abrumarnos bajo la cascada imparable de información, negativa mayormente, de modo y manera que alcancemos un punto, similar al del boxeador grogui tras una contundente avalancha de golpes, en el que sólo pensemos en que alguien tire la toalla y podamos sentarnos, en paz, en nuestro rincón.

Ayer, ¿o fue hace una semana?, saltó la liebre informativa de la dimisión de la señora Sturgeon, primera ministra del gobierno del antiguo reino de Escocia, hoy parte integrante del Reino Unido. Una dimisión sin aparente motivo, más allá del natural desgaste tras años de gobierno, y que en el último año ha tenido que lidiar, aparte del Covid como todo el mundo, con la negativa del Tribunal Supremo británico a la convocatoria de un nuevo referéndum de independencia sin la aquiescencia del gobierno de su majestad británica. Además del supuesto desgaste por este motivo, se une el del rechazo de Londres a la escocesa ley transgénero, menos radical de la que se va a aprobar en España. Ambas cuestiones con posible repercusión electoral.

En Nueva Zelanda también se ha ido Jacinda Arden, que alcanzara notoriedad internacional con la gestión de la Covid y también, oficialmente, cansada del ejercicio del poder. Ambas estadistas nos dejan con un punto de estupefacción, y no porque no lleguemos a comprender sus motivos, sino por lo extraño o anormal en relación con lo habitual en nuestro país, en el que esforzando nuestra memoria llegamos a la dimisión del presidente del gobierno don Adolfo Suárez hace ya cuarenta y dos años. Después el vacio, como si todo hubiera ido sobre ruedas en nuestro país.

Si miramos en el exterior, y dejando de lado los asuntos londinenses, donde dimitir a veces parece un deporte nacional, nos encontramos con dimisiones en todos los rincones del mundo, desde Papúa Guinea hasta el Vaticano; por pérdidas de confianza en el propio partido, elecciones perdidas, cuestiones relacionadas con la corrupción, falsedad en el propio curriculum, todo un variado elenco de razones para justificar el voluntario abandono de las responsabilidades en el gobierno de pertenencia.

Son cosas impensables en España, donde nuestro presidente de gobierno presume imperturbable de un doctorado lleno de sombras, desde la composición del tribunal que se lo dio a la redacción de la tesina correspondiente. Tampoco parece factible que nadie, visto el interés en mantener el gobierno de coalición, asuma responsabilidades por las excarcelaciones que una ley manifiestamente mejorable está produciendo, para temor y desconsuelo de las víctimas de esos delincuentes.

Pareciera que en España no existe el verbo dimitir.

Raúl Suevos

A 16 de febrero de 2023

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.

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