El Vittoriale de los italianos
Nuestro personaje tenía una finca y villa en Gardone Riviera,
a orillas del Lago de Garda, pegadito a Saló, el pequeño pueblo donde Hitler,
después de que Otto Skorzeny lo liberase en los Apeninos, le montó una
republiqueta a Mussolini, donde aguantó hasta los últimos días, para acabar
como acabó, colgado por los pies en una plaza milanesa. Pero esa es otra
historia.
En Gardone, Gabriele d’Annunzio, ya decidido a autoinmolarse
en exilio interior, comenzó una obra de construcción de una mansión y parque
fuera de lo común, hasta que un ictus lo fulminó en el 36 sobre la mesa de
trabajo, a la que llamó el Vittoriale degli italiani. Una casa donde, según
palabras del guía, el exceso de lo superfluo se convierte en arte y evocación,
pues el héroe va construyendo salas, dormitorios, baños, comedores, despachos,
salas de espera, de forma coordinada para deslumbrar a los visitantes futuros,
pues él, desde el primer momento, ya había dispuesto dejar al patrimonio
italiano su poética obra inmobiliaria.
Aunque son casi 300.000 los visitantes anuales, sólo se puede
recorrer en pequeños grupos guiados pues lo abigarrado del mobiliario y adornos
haría peligroso el dejar campar libremente a determinados grupos. Ya desde la
entrada, con dos salas de espera diferenciadas para invitados, apreciados o incómodos,
el diseñador nos da señal de su carácter. Después seguirá un continuo golpear
la atención del visitante entre miríadas de libros, estatuas de todo tipo y
condición, profusión de Budas, tapices, alfombras, cojines, etc. y todo ello con
significativas alegorías y mensajes visuales del dueño de la casa, en un ambiente que tanto deslumbra como agobia.
En el teatro interior con que cuenta la mansión, nos sorprende
colgado del cielo una reproducción del biplano con el que d’Annunzio alcanzaría
gloria militar, aunque este recuerdo a su pasado, del que también nos obsequia con
una sala dedicada a su figura militar y deportiva, se quedará en pálido reflejo
cuando en el impresionante parque de la finca, toda ella sobre una ladera
enfrentada al lago de Garda y plagada de sorprendentes olivos, descubrimos un
pabellón, casi un templo, donde yace en perfecto estado la patrullera/torpedera
con la que, durante la Gran Guerra, realizó varias intrépidas infiltraciones en
aguas austríacas.
Aún más chocante será encontrarnos con el navío empleado por
d’Annunzio en su aventura fiumana. Desmontado por completo y vuelto a montar en
la ladera de la finca con puente, mástiles y cañones, con la proa al Lago, es
una imagen impactante que sólo el mausoleo que domina la finca, donde yace el
poeta con alguno de sus correligionarios, logra superar. Locura d’anunnziana.
Da no pérdere.
Raúl Suevos
A 11 de febrero de 2023
Traducción en bable en abellugunelcamin.blogspot.com
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