La Esfinge y el coronel
Quizás alguien antes que yo haya visto ese particular
parecido. A mí me ha venido la inspiración mientras leía una información sobre
ese recóndito túnel que las nuevas tecnologías han permitido vislumbrar en el
interior de la Gran pirámide, la del faraón Keops. Un primer plano de la Esfinge
de Guiza que, de golpe, se ha superpuesto con mi recuerdo gráfico del coronel
López de los Cobos.
Ambos tienen un semblante cuadrado, con un rictus que no
llega a sonrisa pero recuerda un poco a la Gioconda. La Esfinge siempre impertérrita,
viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá, aunque con algunos años más,
tres mil quinientos largos, casi nada. No tanto el coronel, aunque también
muestra siempre un rostro impávido, por más que tenga motivos para conmoverse.
Estos días es posible que quizás sonría al ver como los
acontecimientos ponen en evidencia su comportamiento y el de los “otros”, pues
el reciente escándalo –apelativo piadoso- de los puteros socialistas, denominación
de origen canaria, da para pensar que, al contrario que en su caso, alguien ha
pasado información privilegiada sobre el avance de las investigaciones, de modo
y manera que, en el grupo socialista del Congreso, pudieron acogotar
rápidamente al famoso diputero hasta lograr su renuncia al escaño, consiguiendo
así mitigar en alguna medida los efectos mediáticos de la desvergüenza.
Al coronel De los Cobos le exigieron información sobre las
investigaciones de la Sección de información de la Comandancia madrileña en
relación con las manifestaciones del 8M, año del Covid, algo a lo que se negó,
pues, además de desconocerla, iba contra la ley. Un gesto que le costó el
puesto de manera inmediata por pérdida de confianza, y después el ascenso a
general, pese a ser calificado como número uno durante varios años. Hoy sigue
siendo objeto del aborrecimiento del ministro del Interior, que con su cabeza
satisfizo también los rencores de los independentistas catalanes, odiadores del
Guardia civil desde los tiempos de la independencia interrupta.
En la actualidad, el ministro Marlaska, que cada día me
recuerda más a Iznogud, el maléfico visir del califa de Bagdad creado por René
Goscinny, aunque no quiera ser califa en lugar del califa, debe estar contento
con su control de la información, que también dicen que ha dado para avisar al
inefable Revilla sobre la llegada de la Agencia tributaria y la Policía
nacional a su Dirección general de carreteras, donde llevaba tiempo campando la
corrupción con aroma a sobao pasiego. Un ministerio de elevada eficacia.
Son tiempos difíciles los de España, y quizás la Esfinge no
sea un buen referente para evitar problemas; tal vez sea mejor ponerse de
perfil, a la egipcia.
Raúl Suevos
A 5 de marzo de 2023
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