El Arsenal de la Habana y la lanchita de Regla
Cuando se llega a la Habana por mar apenas se percibe la
dimensión de su extraordinaria bahía. La lámina de agua se enmarca por la
izquierda con el Castillo del Morro, y a la derecha, la parte final del Malecón
sirve de base a Centro Habana y más allá a la Habana Vieja. Ya dentro, la bahía
se parte en dos, a la derecha la Ensenada de Atarés, con el promontorio de
Regla haciendo de parteaguas, con su bonita y querida iglesia reluciendo al pie
del popular barrio.
En tiempos antiguos, allá por el S.XVIII, al final de la
muralla se encontraba el Real Arsenal de la Habana, uno de los más importantes
de la Corona y responsable de la construcción de buques famosos de muy larga
vida, gracias, además de la bondad de su construcción, según planes de Jorge
Juan, a las maravillosas maderas cubanas, en las que el fuego enemigo apenas
producía astillas, la metralla de aquel entonces.
Uno de sus productos más famosos fue el Santísima Trinidad de
los Mares, con cuatro puentes artillados y mayor buque construido en toda la historia
de la navegación a vela. Hasta Galdos le rinde tributo en su primer episodio,
Trafalgar, donde acabaría hundido.
Allí, al final de la muralla, estaba instalada la Torre de
arbolar, un ingenio, el mayor del mundo en su época, con el que se colocaban
los mástiles a los navíos, operación muy engorrosa sin su concurso. Una
instalación que los hijos de la Gran Bretaña se encargaron de destruir
concienzudamente durante el año de ocupación de la ciudad en 1762, al tiempo
que se llevaron toda la madera que allí encontraron.
En su lugar, desde hace años, se encuentra el embarcadero de
la lanchita de Regla, una especia de autobús naval, muy desvencijado ya, que
comunica la Habana Vieja con el barrio del otro lado de la bahía, sin el cual
hay que rodearla con las penurias actuales del transporte habanero, y hoy, en su penuria, fiel reflejo del entero país.
Allí se inició el Maleconazo, con un intento de secuestro del
barquito para escapar a los EEUU, en pleno periodo especial. Frustrado por la
policía, con tanto de tiroteo, muertos, y, posteriormente, fusilamientos. Después
vendrían los 35 mil marielitos, y el inicio de la lenta agonía del régimen y la
propia Cuba. Un estertor que parece no tener fin y que de nuevo pasa por un
periodo especial, no declarado, en el que el hambre otra vez se hace endémico, y
la emigración se convierte en canal de vida para los que allí quedan y para el
régimen, a través de las remesas de los expatriados, casi el único recurso,
pues hasta el turismo falla. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 8 de mayo de 2023
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