El Cuauhtémoc en el Musel
Llega este miércoles el buque escuela de la Armada mejicana
al Musel en su viaje anual de diplomacia marinera, y lo hacen muy bien. Tuve la
oportunidad de visitarlo en una de sus paradas en La Habana y aún recuerdo el
despliegue de hospitalidad, cortesías y el picante tremendo de alguno de los
bocaditos con los que nos obsequiaron.
Es un barco velero, del estilo de nuestro Elcano, pero sin
llegar a su nivel. Fue construido en Bilbao, allá por los 60 del pasado siglo,
como otros tres hermanos suyos enviados a Hispanoamérica. Y los mejicanos
decidieron bautizarlo con el nombre de Cuauhtémoc, último dirigente de los
aztecas, ajusticiado por Cortés durante una expedición a las Honduras, y
reivindicado cíclicamente por sus gobernantes, casi todos de origen hispano,
como muestra de orgullo patrio, malentendido en mi opinión puesto que entre los
tlaxcaltecas tienen al gran Xicohtencatl, mucho más atractivo. Ye lo que hay.
Lázaro Cárdenas le puso ese nombre a su hijo, político como
su padre, que sufrió uno de los mayores pucherazos que recuerda la historia a
manos del PRI, partido revolucionario institucional, un oxímoron de los que
Méjico es capaz de producir. Como el propio López Obrador, su gobernante actual
y muestra viviente de oxímoron.
Los guardiamarinas, en pleno ardor juvenil militar, quizás no
sepan que se encuentran en medio de un proceso de militarización de la sociedad
mejicana, al estilo de lo ocurrido en Cuba y en Venezuela –habrá que estar
atentos al caso colombiano- donde los militares usurpan el tejido económico del
país por decisión de sus gobernantes, que así los compran y aseguran su lealtad
mientras el país se desliza velozmente hacia el desastre.
López Obrador, AMLO,
lleva desdiciéndose, con sus acciones, de todo lo que había prometido a lo
largo de toda una vida política. El uso del Ejército para luchar contra los carteles
de la droga fue iniciado por Calderón y continuado por Peña, y condenado por
Obrador desde la oposición, para aumentar su empleo una vez en la presidencia,
y, además, iniciar una loca carrera hacia la militarización de la economía del
país que pasa por la construcción de trenes y aeropuertos, con su gestión
posterior; la ocupación y gestión de precintos aduaneros; la construcción y
gestión de estructuras hoteleras; y ahora, al parecer, entrarán también en la
gestión de los recursos energéticos. Todo suena a los casos caribeños ya
citados, y es fácil colegir cómo puede acabar la historia.
Los guardiamarinas que nos visitan, felices de atracar en la
Madre patria, tan denostada por su presidente, aún no saben que pueden acabar
convertidos, no en guardias, sino en carceleros de su patria.
Raúl Suevos
A 30 de mayo de 2023
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