La batalla del Dos de mayo

 

Dicen que el ambiente en Madrid estaba cargado desde hacía días, como ahora, pero fue el alistamiento de una carroza a las puertas del palacio real lo que desató las alarmas en la población que, de forma espontánea, se amotinó para impedir el “secuestro” del infante, último miembro de la familia real, toda ella ya en poder de Napoleón en Bayona.

El estallido popular, además de imprevisible, fue contagioso, y pronto la ciudad estaba convertida en un zafarrancho de combate, con el ejército armando a la población en el cuartel de Monteleón, en el actual barrio de Malasaña, y del que aún se conserva una puerta. Allí, Daoiz y Velarde, capitanes de artillería, encabezarían la lucha, en la que también participa una Manuela Malasaña desde entonces emblema madrileño de la casta de sus féminas. Ambos capitanes caerían en el fragor del combate, y, junto a ellos, un joven teniente Ruiz, del arma de Infantería, se significaría con igual valor, aunque el destino quiso que, malherido, lograse salir de la capital para morir tiempo después, perdiendo así la gloria que da la muerte en combate, si bien la estatua de la plaza del Rey le hace honor para siempre, y en mi etapa del regimiento Valladolid 65 venerábamos una pequeña urna de madera labrada, con paredes y techo de cristal donde, se suponía, estaban parte de los huesos venerables del heroico teniente. Espero que las sucesivas reorganizaciones del Ejército no los hayan extraviado.

Después de aquellas memorables jornadas, que Goya hizo inmortales con sus pinceles, fue el alcalde de Móstoles, con su proclama, el que impulsó el levantamiento general, dando pie a la Guerra de Independencia, que en Asturias provocaría para el 25 del mismo mes la creación de la Junta Suprema y soberana del Principado de Asturias, primera entre las de la nación y, se supone, simiente del Gobernín de 1937.

Hoy, casi como entonces, aunque de forma incruenta, se comenta la batalla que ayer tuvo lugar en Madrid, en la que los políticos, todos, pretendieron secuestrarnos el festejo, patrimonio, como el Infante, de todos los españoles; y es que la realidad nos dice que estamos en plena refriega electoral, y toda batalla es buena si contribuye a ganar la guerra, más en diciembre que en mayo. Ye lo que hay.

Aquí en Asturias, como entonces, aunque casi con la misma dificultad para los viajes a la capital, esperemos hasta ese 25 de mayo para nuestra particular escaramuza, que la habrá, pues llevamos ya algunos años en los que la progresía, sea lo que eso sea, pretende cambiar el día de Asturias, de la Santina, por ese más laico y, para ellos, más apropiado.

Raúl Suevos

A 3 de mayo de 2023

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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