Un cuartel en Alsacia
El batallón del cuartel general del Eurocuerpo, en Estrasburgo,
está instalado en el hermoso cuartel de Lizé, construido a principios del siglo
XX, 1907, por los alemanes, en su típico estilo prusiano. Se ubica en el barrio
de Neuhof, una zona de las afueras, comunicada con el centro con el moderno tranvía
de la ciudad, pero que tiene como particularidad que sus habitantes son
mayoritariamente musulmanes, y que allí se inventó esa particular tradición de
quemar coches por Navidad, hoy extendida a toda Francia con ocasión de
cualquier “celebración”. Allí recalé yo en el 2004.
A Francia, por aquello de la Liberté, égalité et fraternité, llegaron refugiados de todo el
mundo, de la Rusia bolchevique, de los Balcanes, del sudeste asiático, y
también del norte de África y la francofonía. Todos han aportado detalles de su
cultura que fueron asimilados por Francia, y, a su vez, todos ellos fueron
diluyéndose en una potente cultura francesa. Ye lo que hay. Aunque no todos.
Francia, con una potentísima asistencia social, no pudo con
el Islam; el del choque de civilizaciones que señalara Samuel Huntington, y al
que pretendió responder el inefable ZP con su alianza de civilizaciones. Un
choque que lleva la tensión fronteriza a aquellas zonas donde limita con otras
culturas, pero que, en Europa, bajo el paraguas de las sociedades
multiculturales, está generando una inestabilidad interna que, en ocasiones, se
traduce en las algaradas que vemos estos días, o aún peor, en matanzas como la
de Bataclan o el paseo de Niza.
Los tiempos modernos, en su vertiente económica, han traído
un aumento en el número de millonarios, y también la pauperización de la clase
media, hoy subsumida en una clase “trabajadora” que observa, particularmente en
Francia, como su nivel de vida, antaño envidia de Europa, desciende
vertiginosamente en beneficio de una nueva clase subsidiada, cuyos retoños son
los mismos que ponen en llamas el país. Mal asunto.
En el cuartel de Lizé, cuando llegaba la Navidad era
costumbre quitar los medios de transporte de su lugar habitual, pegados a los
muros del cuartel, y aparcarlos en el patio de armas, en el centro, para evitar
los efectos de un posible coctel molotov. Para entonces, en el barrio, la quema
de coches había evolucionado y la “gracia” consistía en copar a los bomberos en
una calle sin salida para bombardearlos con ladrillos desde los tejados.
El gobierno francés, hoy Macron, y antes Sarkozy, o el que le
toque, reaccionan ante los tumultos y los aquelarres de fuego, pirotecnia y
saqueos, con empleo masivo de la policía, pero no tienen solución para las
banlieues, los barrios periféricos, y es que, quizás, el problema es el Islam.
Raúl Suevos
A 4 de julio de 2023
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