Los quilates del oro
Son los quilates la referencia para medir la pureza de la
pieza, algo que se pone de manifiesto cuando se acude a una joyería para
adquirir un objeto de este noble metal, especialmente si se trata de
lingotillos con la finalidad de poner a buen recaudo nuestros caudales ante las
fluctuaciones de la economía moderna.
Cuando hablamos de competiciones deportivas el primer premio
suele estar asociado con una medalla de ese metal, el oro; pero si nos paramos
a analizar el asunto es fácil percibir que hay muchos quilates de diferencia
entre unas preseas y otras. Y ello se ha puesto especialmente de manifiesto
estos últimos días con los oros del mundial futbolístico, emborronados con el
inoportuno pico del gañán Rubiales, y los oros de la Marcha española en la Plaza
de los héroes de Budapest, lugar que paga tributo a los antiguos magiares,
aunque muy cerca de allí, un Tercio viejo de españoles, se dejase la piel para
reconquistar la fortaleza de Buda a los otomanos. Ye lo que hay.
Los marchadores españoles, él y ella, pertenecen a una categoría
asociada al sufrimiento, largo y duradero, el de los entrenamientos infinitos,
a horas intempestivas, por carreteras comarcales, en soledad casi siempre, con
entrenadores desconocidos y de fe cuasi religiosa, inasequibles al desaliento a
pesar de los disgustos en forma de lesiones inoportunas o descalificaciones
incomprensibles. Ahí siguen, hasta lograrlo, hasta conseguir el oro, el de veinticuatro
quilates.
En el otro lado tenemos el oro futbolístico, sin duda de
mucho más brillo, con independencia de los quilates; que hoy, pese al asunto
Rubiales, que no servirá para dar luz al opaco mundo del futbol, está
disfrutando, ellas, del merecido descanso, mientras celebran los medios de
comunicación la oleada de apertura de escuelas de futbol ante la avalancha de
niñas deseosas de emular a las nuevas heroínas.
Es en cierto modo nuestra cultura deportiva, la de Santana,
Ballesteros, y otros héroes que en su
momento, tras sus gestas deportivas, tiraron de la afición popular para generar
bases deportivas en lo suyo. Más cuando se trata del futbol, deporte de grada
donde los haya, que en nuestro caso supera todas las barreras regionales,
históricas o lingüísticas, y que, una vez más, con este oro de las antípodas,
conocerá un tirón epocal.
¡Viva el futbol¡ aunque sea a costa, en algunos casos, del
abandono de los estudios, aunque muchas se queden por el camino víctimas de las
lesiones ¡Viva el futbol! Que nos da, durante unas horas, la sensación de que
vamos todos a una, como Fuenteovejuna, aunque la nación esté en medio de una de
sus históricas crisis.
Es el brillo del oro lo que cuenta, no los quilates.
Raúl Suevos
A 25 de agosto de 2023
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