El proceso de Madrid
Dice la Academia que un proceso es “el conjunto de las fases
sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial”, y, en el caso
que nos ocupa, que estos días presenta un capítulo más con la expulsión de
Nicolás Redondo del partido que su padre, junto a otros, refundó en Suresnes,
creo que estamos ante un ejemplo que aúna las dos posibilidades; la natural,
fruto de la pérdida de ideología política real, y la artificial, gestada desde
la máxima autoridad del grupo de poder, al estilo de aquellos procesos que
Stalin promovió en Moscú contra sus compañeros de los primeros tiempos. Ye lo
que hay.
Lo que hoy queda de lo que fue un partido político inició su
descomposición con la llegada al mando del joven leonés abanderado del talante.
Bajo esa bandera se buscó la consecución del poder a toda costa, sin importar
los compañeros de viaje; y así, en el País Vasco, los paladines de la
tradición, como Rosa Díez y Nicolás Redondo, fueron arrinconados primero, y
después, paulatinamente, obligados a dejar el partido; voluntariamente, como
ella, o mediante el proceso de Madrid, como el segundo. Hoy queda Pachi López
como representación palpable de lo que es el socialismo vasco.
En ese camino se han ido cayendo distintas figuras, como
Leguína, o Gómez, pero, sobre todo, desaparecieron las corrientes de opinión,
recogidas en los estatutos en tiempos de Felipe González, y después las simples
opiniones. Hoy nada más se observa una maquinaria de poder y sinecuras, en la
que la sumisión al líder es la garantía de progresión en el escalafón de la
organización.
Molotov, aquel ministro de exteriores soviético que firmó el
pacto de no agresión con el nazi Ribbentrop, fue el único de la vieja guardia
superviviente al estalinismo, a costa de enviar a su mujer al Gulag siberiano,
pero logrando morir en la cama, de viejo. Esa figura es, quizás, en la que se
miran los cercanos al líder actual, maestro del ostracismo helénico, de la que
sin duda ya tomó nota Rafael Simancas, inventor de la resiliencia, y me temo
que, tras el aviso que supone la expulsión de Redondo, sólo la insistencia en
las manifestaciones verbales de los disidentes socialistas, que los hay,
retirados y en activo, aunque el presidente Barbón no esté entre ellos, sólo
ella, repito, puede llevar a un replanteamiento de la actual deriva de un
partido imprescindible para la política general de la nación.
Afortunadamente para los purgados, como Redondo, en Madrid ya
no hay checas, de modo que no tienen que temer que un revolver Nagant 1895
acabe con sus sufrimientos, como era el caso de los sentenciados en Moscú.
Raúl Suevos
A 16 de septiembre de 2023
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