No puede cesarle
Decía Clausewitz que la guerra es la prolongación de la
política por otros medios, y, si asumimos este axioma, podemos colegir que la
política es una forma de guerrear menos cruenta que la misma guerra, como
podemos apreciar estos días en Ucrania, donde el presidente ha llevado a cabo
una renovación radical de la cúpula militar que, según todos los observadores,
ha venido marcada por las necesidades políticas del gobierno, tanto en lo que
toca al interior, su ciudadanía, como al exterior, los países aliados, con
especial atención a los Estados Unidos, y en general a los miembros de la OTAN.
Es la guerra.
Aquí, en España, nos encontramos en medio de una grave
refriega, de carácter táctico ésta si consideramos el ámbito operacional como
el que atañe al nivel nacional. Y es que estamos de elecciones en Galicia,
donde la política gallega parece pintar bien poco, aunque si no gana el PP
sería el BNG el llamado a gobernar, con un programa que invita a tentarse la
ropa, si bien esa parte es la futurible que será aclarada el próximo domingo.
Ya metidos en la harina de la última semana, moviéndose
dentro del área, apoyándonos en el futbol para dejar de lado los símiles
bélicos, nos encontramos con un par de regates en corto, el primero viene del
lado pepero con la inoportuna referencia del señor Feijoo al siempre peliagudo
asunto del indulto a Puigdemont. Asunto sobre el que se han lanzado los
socialistas como buitres leonados en el comedero de la Sierra de Guara. Normal,
es la guerra.
El otro tema viene regado con la sangre de los dos
beneméritos guardias civiles asesinados en Barbate, una masacre que, una vez
más, ha llevado a la petición de dimisión de un ministro, Marlaska, ya muy
quemado pero que parece ignifugo ante cualquier quema que le pueda cercar. No
hay, o no parece haberlo, desastre que pueda hacer dimitir a nuestro ministro
del Interior.
Esta ocasión parece más asfixiante que otras anteriores.
Hasta la viuda de uno de los asesinados, cerrándole el paso al ministro cuando
se encaminaba a condecorar a su marido difunto, ha añadido un plus de
dramatismo a la ya de por si trágica historia. Todos se han lanzado a pedir su
dimisión, hasta Podemos, y por supuesto el PP, secundados por las asociaciones
del Cuerpo. No alcanzarán el objetivo.
En la fase del partido que nos encontramos, clave gallega, el
presidente del gobierno, que se ha distinguido siempre por su frialdad a la
hora de dejar colaboradores por el camino, no puede cesarle, sería reconocer el
mal desempeño de su ministro cinco días antes de las elecciones. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 12 de febrero de 2024
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