Pagafantas internacionales
Esta semana se han ido a Bruselas, entre otros, el alcalde de
Madrid y el ministro de economía, si bien ellos iban por el particular asunto
de la Agencia europea anti-blanqueo, cuya sede será adjudicada en próximos días
a una de las ciudades postulantes junto a nuestra capital.
El alcalde salió muy contento de la presentación, según él
muy superior a la del resto de ciudades; lo que le hacía sentirse optimista
respecto al futuro de la candidatura, aunque a mí, desgraciadamente, me
vinieron los funestos recuerdos de la candidatura a sede olímpica
sorpresivamente fallidos en el último minuto. Veremos cómo acaba el asunto,
pero alguna reflexión me viene al punto.
De entrada, dice la prensa, allí en la sala había abundancia
de diputados españoles de todos los partidos, salvo del partido socialista,
llamativamente escasos, quizás porque se intuya que, a decir de algunos, la
posición del gobierno español ya quedó clara con el apoyo alemán a la
nominación de la señora Calviño para el Banco europeo de inversiones. Quién
sabe.
El caso es que España no tiene ninguna sede de agencia
europea de nivel superior, y esta lo es, ya que sus 450 puestos de trabajo así
lo atestiguan; puestos directos, que los indirectos serán muchos más. Puestos
de trabajo que tienen como referencia los 69.000 euros de salario medio de los
funcionarios europeos en 2022, y cuya mayor parte se quedan en la ciudad de
residencia. Ye lo que hay.
Es un poco nuestro signo; somos los pagafantas del sistema
internacional. En general nos hemos convertido en principales suministradores
de fondos para las organizaciones internacionales, lo que está muy bien, y
corresponde a nuestro nivel como 15ª potencia mundial por PIB bruto; con
particular atención para el universo de Naciones Unidas donde, además, participamos
en muchas misiones de paz a lo largo y ancho del mundo, como la actual en
Líbano, en medio de las tensiones crecientes entre Hezbollah e Israel; pero
todo ello no se compadece con el escaso número de vacantes que nuestros
funcionarios ocupan en todas ellas.
La Agencia antiblanqueo llega después del fiasco de la
Agencia europea de medicamentos, durante años esperada en Barcelona y esfumada
gracias a la inseguridad política que suponía el llamado Procés en el periodo
de adjudicación. Algo que ahora, cuando la Comisión Europea está haciendo de
mediadora para solucionar el actual bloqueo en el Consejo del poder judicial, y
el gobierno español se nutre, entre otros, del Partido comunista, y se apoya
para sostenerse en partidos de raíces terroristas, como es el caso de Bildu,
tampoco parece que lleguemos en buena situación.
Pero tenemos a la señora Calviño dirigiendo el Banco Europeo
de Inversiones.
Raúl Suevos
A 31 de enero de 2024
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