Franco, ese hombre

 

Ese era el título de una película documental que José Luis Sáenz de Heredia realizó en 1964 con ocasión de cumplirse 25 años del fin de nuestra Guerra Incivil. El director, al parecer, uno de los grandes de aquel entonces, ya había dirigido “Raza”, una película de exaltación nacional que tenía como guionista al propio Franco, y según investigaciones posteriores, contaba con realizar, ulteriormente, otro documental dando cuenta de los últimos años vitales del general Franco.

La que nos ocupa tuvo como mentores al aparato dirigente del Ministerio de Información, dirigido por don Manuel Fraga, que, aunque algunos les cueste creerlo, había llegado al puesto con fama de aperturista, y cuya mano se encontraba detrás del indulgente tratamiento que las derechas republicanas recibieron en el documental, algo que fue muy criticado por los cuadros más inmovilistas y tradicionales del régimen. Ye lo que hay.

 El caso es que, como todos los mortales, el general murió, de viejo, aunque no apaciblemente; y, aunque hoy tanto sus seguidores del 36, como sus antagonistas, están todos desaparecidos, sigue siendo bandera de algunos, aunque no, como pudiera pensarse, de aquellos teóricamente más afines con su pensamiento. Si bien, siendo gallego, es difícil que nadie lo conociera verdaderamente.

Leyes de Memoria histórica antes, y democrática después, y a pesar de los votos logrados en el Congreso, parecen más un acto de revanchismo que no un cabal ejercicio de limpieza y compensación moral a los que, en aquella época desdichada, sufrieron violencias, persecución o cualquier otra acción negativa en razón de sus ideas políticas; sobre todo porque sólo se contempla uno de los bandos implicados.

Es curioso, y parece ir parejo con la depauperación de nuestra clase política, toda ella, que las sucesivas andanadas amparadas en esas leyes coincidan siempre con periodos electorales, y es que, ante la falta de una correcta acción política, con objetivos que se encaminen a mejorar la situación de la ciudadanía como individuos, y de la nación como ente internacional, siempre viene bien tener a mano unos huesos, aunque por el momento sean anónimos, para levantar, una vez más, esa bandera del antifranquismo, añeja ya de más de ochenta años, pero que sirve para distraer de la problemática cotidiana, y de los cientos de asesinatos recientes en el País Vasco aún por resolver, y donde es probable que ganen las próximas elecciones los herederos de los victimarios de ETA, blanqueados por nuestro actual gobierno.

El paripé, no merece otro nombre, que nuestro presidente de gobierno nos regaló el jueves en el Valle de los Caídos, no tiene como objetivo la dignidad de los muertos sino la distracción de los votantes de otras noticias más dañinas para él y su partido.

Raúl Suevos

A 5 de abril de 1954

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

Comments

  1. Pretender la justicia y la reparación con las victimas de cualquier sobrepasamiento político es un quehacer universal y de todos los tiempos. Pone de manifiesto la categoría y el relieve democráticos de quienes lo promueven o rechazan. Algo en consecuencioa por lo que merece la pena luchar. A mi entender, querido amigo

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