Memoria corporal


Descubrí el golf en Cuba. Llegué a él expulsado de la carrera continua, lo que

ahora llaman running. El calor y la humedad hacían que después de correr

siguiese sudando durante horas de modo que tuve que buscarme algo menos

violento y así, de la mano de un compañero de trabajo, aterricé en el campo de

golf de La Habana.

En el club solo había un profesor, de formación familiar, su padre era caddie en

el club cuando Fidel entró triunfante en la ciudad, allá por el lejano fin de año

del 59. Era este el señor Vega, un hombre muy mayor con el que congenié muy

pronto por aquello de su ascendencia asturiana. Pasaba por ser el depositario

de las esencias del golf allí, y una de sus afirmaciones era que uno no podía

considerarse jugador de golf hasta que no adquiría memoria corporal, esta se

lograba cuando el jugador solo necesitaba pensar y discernir qué palo utilizar,

el resto, todos los elementos de coordinación necesarios, ya estaría asumido

dentro de esa "memoria corporal". Su categórico aserto me llevaba a prever

ingentes dificultades en mi futura carrera golfística, como así ha sido. Soy un

desmemoriado.

Viene todo lo anterior como introducción para hablar de Tinin. Tinin es un

minero jubilado gijonés, muy buen jugador de golf, con el que he jugado en

varias ocasiones. Gijón está lleno de prejubilados de la minería, la siderurgia y

los astilleros. Los sindicatos negociaron muy bien "su" presente y Asturias tiene

el segundo mejor ingreso familiar de España y un negro futuro como páramo

industrial que sufrirán sus hijos y nietos, pero esa es otra historia.

Tinín anda por los 65, es un tipo muy apreciado por todos, gentil y educado,

tiene siempre dispuesto un comentario amable y en los lances de golf siempre

está listo para animar al compañero con un mal día. Recuerdo una ocasión en

que, tras un golpe fallido, a un camarada le salió un espontáneo

“cagüenlaputa”, al que Tinín apuntaló con un “cágate en la normal home, que la

otra ya tien bastante con lo que tien”. Un buen tipo.

El otro día coincidimos en un torneo, pronto me di cuenta de que no me

reconocía. Después vinieron las dificultades para rellenar la tarjeta, que al final

tuve que llevar yo; se iba al saque (tee) sin el palo. No era necesario ser muy

sabio para reconocer un grave deterioro cognitivo, Alzheimer o quizás

demencia senil. Su gentileza, su esencia como persona seguía allí, y su

memoria corporal también. Jugó mucho mejor que yo, como siempre. El es un

jugador de golf.

Más tarde, en la entrega de premios, le comenté lo sucedido a uno de los

jugadores habituales del club. Al parecer Tinín ya tiene diagnóstico, su

deterioro es galopante, ya no conduce y es probable que su mujer lo retire del

golf en breve. Vendrán ahora, con una persona tan joven, durísimos años para

su familia, física, económica y sicológicamente. En casa hemos pasado

recientemente por algo parecido y, aunque mi madre y mi suegra eran


personas de muy avanzada edad, el efecto sentimental para la familia es

demoledor.

España cuenta con una magnifica ley de dependencia, que desde su

promulgación nunca ha contado con el soporte económico necesario y es, por

lo tanto, perfectamente inútil. España es un país de viejos que, en estos

tiempos de crisis, son el soporte de muchas familias, y que no tienen nietos que

sustenten el futuro del sistema asistencial de sus abuelos. Y no parece

importarle a nadie, llega la feria de abril, el festival de la ostra, la playa, las

vacaciones, etc. el presente, como si no hubiera un mañana. ¡Adiós Tinín¡


En Gijón a 30 de abril de 2017

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