El tejo del muelle de Gijón

 

Es quizás el árbol más famoso de la flora asturiana. Una especie venerada desde los tiempos preromanos, pues dicen que era él el centro de las liturgias de los druidas celtas, que con sus hojas eran capaces de preparar brebajes alucinógenos y venenosos. Un árbol que durante siglos se podían encontrar cerca de iglesias y cementerios, como recordando las profundas raíces de su significado.

Aún sigue habiendo muchos en Asturias, y a mí me viene a la memoria el ejemplar majestuoso que se puede apreciar en esa joya escondida que es la Fundación Selgas, en el Pitu; pero en Gijón contamos, si se le aplica un poco de imaginación, con otro más moderno y de factura vidriosa, aunque se le conozca como el Árbol de la sidra; bebida tan antiguo como el hidromiel, y que necesitaba de un árbol generador previo a su transformación en nuestra maravillosa bebida.

Tejo y manzano, texu y pumar, van de la mano en nuestra historia, ambos con trayectoria milenaria a nuestro lado, y es de esperar que, con el auge turístico de la región, se pongan en valor, junto a hórreos y paneras, siempre tan desprotegidos. Y ello puede venir de la mano de la cultura de la sidra, desde esta semana Bien inmaterial de la UNESCO, lo que me parece una gran noticia para todos, más allá de la alegría de restauradores y chigreros.

El caso es que, precisamente el pasado miércoles, día del nombramiento, decidí recorrer la calles nocturnas de la villa para disfrutar de las luces navideñas, que poco mensaje de la Natividad dejan, por cierto, si no fuera por la Sagrada familia del frontal de San Pedro. Y aunque hay ciertamente aspectos puntuales que se pueden calificar como espectaculares, como la "Estrellona" del Náutico, o la apabullante Plaza del ayuntamiento, en general deja un cierto regusto de simplonería y, por supuesto, notable ausencia de motivos clásicos, Reyes magos, papa Noel, Nacimiento, etc. Sera por el decaimiento de la familia hetero-patriarcal, tan denostada hoy en día.

En el muelle, nuestro principal escaparate ciudadano, junto con el Muro, unas pobremente iluminadas palmeras nos recordaban el Adviento y el Oriente, en tremendo contraste con un faro de colores sportinguistas plantado al pie de la Cuesta del Cholo, y en medio la fachada del Palacio iluminadísima con anuncio navideño, falto de mensaje dado el entorno general.

En medio de todo esto el árbol de la sidra, disfrazado de tejo, sin tan siquiera una estrella en lo alto, sin una miserable luz en su interior, como hace años hacían. Y todo ello cuando desde Paraguay nos salpicaban con la espuma de un culete mundial. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 6 de diciembre de 2024

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com


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