Atraco en el parque

 

Como usuario habitual del Parque Grande de Zaragoza, ese que ahora lleva el nombre de Labordeta, suelo recorrer sus caminos y avenidas a lo largo del año, y, por ello, he podido observar cómo, primero, se fueron derribando los antiguos merenderos, tres, que había en el parque, y, después, se sustituyeron por modernas instalaciones hosteleras, en algunos casos de indudable valor arquitectónico, aunque con división de opiniones del personal.

Las ubicaciones, como ya ocurría en el pasado, son espectaculares dentro  de lo que es superficie de esta magnífica área de la ciudad, sin duda de lo mejor que hay en toda España, y, en una de ellas, como ya me ocurría antes de la radical innovación, de antemano me sentía inquieto, y ello por la presencia en sus inmediaciones de un busto del traidor asesino de españoles que en Venezuela llaman libertador, el abominable Simón Bolivar, cuya alma espero arda en el infierno, no así, por si alguno piensa que soy un rencoroso, la del precursor Francisco Miranda, que siempre me ha merecido todos los respetos.

El caso es que, esta mañana, fría y soleada, no pudimos resistir la tentación y entramos a tomar asiento en la abrigada terraza que se enfoca hacia el sur, protegida por detrás por la masa del edificio, y allí, por aquello de la costumbre, pedí un vermú de color con unas gotas de ginebra, subrayando que se trataba sólo de unas gotas para romper el dulzor de la bebida.

Y cierto es que sólo fueron unas gotas, tan escasas que no se notaba su presencia, pero, en cambio, quizás porque no lo advertí, venían tres piedras de hielo, de esas industriales, grandes como puños de bebé de un par de años, que me obligaron a, con cuidado, sacar dos de ellas y enviarlas a regar el parterre, con lo que, al final, el vermú apenas lograba alcanzar un tercio de la altura del vaso. Ye lo que hay.

Hasta ahí una historia costumbrista de mañana dominical. El susto llegó con la cuenta, cinco euros y medio por ese escasísimo vermú, y, para advertencia de futuribles, siete euros por un chupito de ginebra, imperceptible en los sabores pero de estratosféricos rendimientos para la casa. Una experiencia, como es fácil deducir, para no repetir.

Raúl Suevos

A 9 de febrero de 2025

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com

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