Cien doncellas

 

Mi amigo Pedro se va con la familia a pasar unos días a Florencia, y le he dado algunos consejos de visita fuera de lo habitual, como la terraza del hotel Baglioni, donde se puede comer o cenar –carísimo- mientras se disfrutan las vistas espectaculares de la ciudad, o también tomar algo –más asequible- con el mismo placer visual.

Cerca de allí también le he recomendado acercarse a la iglesia de Santa María Novella, menos concurrida que los grandes claustros de la ciudad pero igual de espectacular y que guarda una capilla con un hermoso fresco renacentista que recuerda el famoso e inexistente anual tributo de las cien doncellas, cuya responsabilidad atribuye la leyenda al pobre rey Mauregato, supongo por su condición de usurpador del trono, que se sometía a tamaño desafuero para contentar al califa cordobés y así evitar la posible invasión del reino astur.

La leyenda también nos cuenta que los soldados del rey seleccionaban las más hermosas a lo largo y ancho del país, lo que nos confirma la falsedad de la historia pues con tal discriminación genética hoy debería prevalecer la fealdad y, por el contrario, las asturianas son famosas  por su galanura. Ye lo que hay.

La historia sirve para ilustrar lo que es un estado vasallo, que aporta tributos, parias, y, si necesario fuera soldados, a su “protector”, para evitar males peores, como pudiera ser la invasión por ese mismo patrón o por estados vecinos. Una situación que hemos visto a lo largo de la historia como en el caso de Roma, o del imperio Otomano, por poner algún ejemplo, si bien parecía algo que había quedado arrinconado más allá del siglo XIX.  

Sin darnos cuenta, en Europa, caímos en una situación muy similar al dejar a los EEUU a cargo de nuestra seguridad, basada en la OTAN y en la que, pese al crecimiento político de la Unión Europea, no hemos sido capaces de darle ese cacareado y nunca desarrollado Pilar europeo de la Alianza. Lo que nos deja ahora, tras la invasión de Ucrania, con nuestras vergüenzas al aíre y dependientes del gran patrón yanqui que, a su manera, nos impondrá sus parias.

Los pobres ucranianos lo tienen peor. Durante años tierra para adopciones de niños, o jóvenes casaderas, si no cosas peores, ahora, tras mostrar al mundo hasta donde llega su orgullo y valor, parecen abocados a entregar sus riquezas minerales al imperio para poder mantener una soberanía recortada en muchos aspectos, y a expensas  de por dónde sople el viento en Washington.

Pasa el tiempo pero, pese a las Naciones Unidas, sigue habiendo parias, tributos y estados vasallos. Como nosotros, los europeos.

Raúl Suevos

A 23 de febrero de 2025

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com


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