La hora 25 de Europa
A algunos, el título les sonará a programa de radio, pero el concepto nace con una novela, de carácter parcialmente autobiográfico, que escribió un rumano, Constantin Gheorghiu, tras los avatares de la Segunda Guerra Mundial, “La hora veinticinco”, en la que sufre tremendos padecimientos, y que servirá para que Anthony Quinn se luzca con un papel protagónico en la película del mismo título.
El mensaje que aporta es que en esa hora la humanidad pierde toda esperanza, porque todo se desmorona, no solamente las estructuras físicas, que al fin y al cabo son recuperables, sino los principios y los valores, el concepto mismo de humanidad desaparece, como sucedió en Europa con las atrocidades que trajo el nazismo, y que en algunas zonas fueron respondidas por el comunismo estalinista.
En estos días nos encontramos los europeos con una sensación, en cierto modo, similar a la que la novela nos representaba. Aquello que creíamos sólido, casi inmutable, como era el sistema de seguridad que los Aliados, liderados por los Estados Unidos, pusieron en pie tras los desastres de la guerra, y que nos han mantenido, durante más de setenta años, confiados en que la placidez de nuestras vidas no se vería alterada en el interior de nuestras fronteras, especialmente tras la desaparición del Muro de Berlín y el Pacto de Varsovia, vemos ahora que no era más que un trampantojo, tras el cual, en realidad, no había más que una pared desnuda, fría y fea.
El golpe ha sido mayor porque, con cifras en la mano, Europa ha echado el resto en la ayuda a Ucrania, por encima de los EEUU, en el convencimiento de hacer lo correcto doblemente; por apoyar al débil ante la invasión injustificable del poderoso, que se saltaba todas las normas del derecho internacional, y además se defendía a si misma ante la posibilidad, casi certeza, de que en un futuro la amenaza se extienda hacia el oeste si no se para a tiempo. Y todo ello con la anuencia y el apoyo del líder de la Alianza, los EEUU.
Ahora todos nuestros presupuestos se han desvanecido cuando comprobamos que el rey no sólo está desnudo sino que es una especie de reencarnación de Caligula, por citar uno de los emperadores locos de la antigua Roma, que envía a la papelera todos los acuerdos previos, posiblemente, en alguna forma, también la propia Alianza, lo que nos obliga a tomar decisiones, rápidamente, radicales, como si la amenaza fuese directa, que lo es. Decisiones como si Europa fuese un estado unitario, decisiones que envíen un mensaje fuerte, a nuestro antiguo líder y a Rusia. Decisiones como si estuviésemos ante la hora veinticinco.
Raúl Suevos
A 20 de febrero de 2025
Traducción en llingua asturiana en repdiv.blogspot.com
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