¡Que devuelvan la estatua¡

 

¡Menuda movida¡ Nada menos que devolver la Estatua de la Libertad a los franceses, que fueron quienes allá por el lejano 1886 se la regalaron a los norteamericanos para conmemorar los cien años de la independencia de esa nación. Y viene ello de la mano de un notorio político francés, Raphael Glucksmann, exponente de la nueva izquierda liberal, que lucha por levantar cabeza tras los últimos y desastrosos años de los socialistas; al que se le ha ocurrido pedir la devolución de “La libertad que ilumina el mundo”, nombre auténtico de la obra, en vista de los acontecimientos que se desarrollan en el Imperio desde la llegada de Donald Trump, de nuevo, al poder.

Como se pueden imaginar, se trata más bien de una boutade, al más puro estilo francés, que busca ocupar primeras páginas pero que, en el fondo, envía también un mensaje profundo sobre el modo cómo el presidente yanqui y sus secuaces llevan los asuntos de su propio país, y de paso los del resto del mundo. Y es que ellos, desde su nacimiento, habían logrado controlar siempre el relato de la democracia y la libertad. Ye lo que hay.

La realidad es bien distinta, y está en los libros, por eso la mayoría la desconoce, pero, desde la seminal revuelta contra los impuestos sobre el té en 1773, instigada por los pudientes mercaderes de Boston, todo ha sido de corte aristocrático, en el sentido aristotélico de gobierno de unos pocos, lo que sería puesto, negro sobre blanco, en la propia constitución de los EEUU. Y con este espíritu, depredador en el fondo, han ido creciendo desde entonces, a costa de sus vecinos, fuesen aborígenes americanos, a los que exterminaron concienzudamente, o, primero la Corona española, y después las repúblicas hispanoamericanas, con especial dedicación y expolio en el caso de los mejicanos.

Es la historia de los EEUU un relato imperialista, muy bien camuflado por cierto, en el que han sabido crecer en cada envite y, además, recoger el agradecimiento de los perdedores, como en el caso europeo, donde las antiguas potencias se desangraron en dos terribles guerras, hasta que, casi agotados los contendientes, los yanquis llegaron como libertadores a salvar a los europeos, que ya no volverían a levantar cabeza en el ámbito político, y sí en el económico gracias a la Unión Europea.

Toca ahora un capítulo de aislacionismo yanqui de la mano de Trump, que cierra USAID, la superagencia de ayuda humanitaria, y la Voz de América, radiofonía en libertad para el mundo, y a la portavoz de la Casa Blanca, sólo se le ocurre responder a Glucksmann diciéndole que sin ellos hoy Francia hablaría alemán; lo que no deja de ser cierto.

Raúl Suevos

A 18 de marzo de 2025

Traducción en asturiano en repdiv.blogspot.com


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