El crédito, la opinión

He de afirmar, de entrada, que nunca ha sido alguien que me inspirase confianza, si bien ese nunca comienza con la noticia de aquella urna escondida tras unas cortinas en aquel tumultuoso congreso que los socialistas montaron para escoger al sucesor de Rubalcaba. Era un mal comienzo, y hacia pensar que, tras su donosura, se escondía un tipo peligroso. Pero con todo y con ello, primero sus correligionarios, y después un suficiente número de españoles, lo alzaron a la más alta magistratura de la nación, tras el Rey. Y en ello estamos. Con el sofocón del apagón, y no quiero hacer canción, nuestro presidente nos ha dado, una vez más, muestra de sus histriónicas capacidades para modificar la realidad según sus gustos, o mejor, sus necesidades. Y ayer, tras las dos tardías y vacías intervenciones del día de la era preindustrial que veníamos de sufrir, nos obsequió con una nueva aparición en la que, aparte de echar balones fuera, muy fuera, del entorno de su responsabilidad, centrán...