El crédito, la opinión

 

He de afirmar, de entrada, que nunca ha sido alguien que me inspirase confianza, si bien ese nunca comienza con la noticia de aquella urna escondida tras unas cortinas en aquel tumultuoso congreso que los socialistas montaron para escoger al sucesor de Rubalcaba. Era un mal comienzo, y hacia pensar que, tras su donosura, se escondía un tipo peligroso. Pero con todo y con ello, primero sus correligionarios, y después un suficiente número de españoles, lo alzaron a la más alta magistratura de la nación, tras el Rey. Y en ello estamos.

Con el sofocón del apagón, y no quiero hacer canción, nuestro presidente nos ha dado, una vez más, muestra de sus histriónicas capacidades para modificar la realidad según sus gustos, o mejor, sus necesidades. Y ayer, tras las dos tardías y vacías intervenciones del día de la era preindustrial que veníamos de sufrir, nos obsequió con una nueva aparición en la que, aparte de echar balones fuera, muy fuera, del entorno de su responsabilidad, centrándose en esa “oscilación energética”, de la que culpa sin pruebas a ignotos “operadores privados”, no aportó nada que nos pueda tranquilizar a los españoles, ni en lo técnico, ni en lo político.

Qué tiempos aquellos de la gota fría, pensará alguno, pues después vino la ciclogénesis explosiva, la DANA, y ahora esta maldita oscilación energética, para añadir a nuestros temores adultos, sustituyendo aquel simple hombre del saco de nuestras pesadillas infantiles. Ahora todo es más sencillo, y complicado cuando falla la tecnología, como ese taxista madrileño que sin GPS no sabe llegar a la M-30. Ye lo que hay.

A mí, escuchando al doctor Sánchez, me venían los versos que Calderón dedicó al soldado español en su comedia “el Sitio de Breda”, en los que describe perfectamente la condición humana de la piedra angular de la construcción del Imperio Español, “…la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia; fama, honor y vida son…”, y analizando esas características de aquel soldado de los Tercios concluyo que sólo la constancia parece adornar el pecho del responsable de nuestra política en general, y la de defensa en particular.

Son tantas las mentiras, ahora conocidas como cambio de opinión, que, tengo para mí, la mayoría de los españoles, al menos aquellos mínimamente racionales, han alcanzado el nivel de hartazgo. Por todos lados el trampantojo político en el que se ha instalado Sánchez parece desmoronarse, y uno no puede por menos que sentirse encolerizado ante tanto dislate y bochorno, pues, queramos o no, él es nuestro presidente.

Raúl Suevos

A 30 de abril de 2025

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com


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