Apoteósis interrupta

 

Fue una Semana grande para los anales, por duración y eventos, algunos, como la Feria de muestras, de éxito asegurado, otras, como Fuegos o conciertos, más al albur del tiempo y los humores del público. En todo caso, en los días previos, la Feria taurina, con sus carteles y la pujanza recobrada tras la inopinada clausura del anterior gobierno concejil, parecía destinada a dar, otra vez, la campanada.

En ella, la participación del profeta del toro, o mesías para algunos, ese Morante de la Puebla, que este año arrastra multitudes tras de sí, como aquel galileo, aunque sin hacer milagros, aunque digan que su toreo encierre algo de místico y religioso, suponía el culmen de un trabajo laborioso de los gestores de la plaza, ya que, al tirón indudable del sevillano, unían a un Roca Rey que fue el acicate de la fiesta estos años, y junto a ellos, un Ortega que, a punto de ser devorado por el papel cuché tras su escapada ante el altar, que no ante el toro, ha sabido hilvanar un par de temporadas que lo colocan entre lo más granado del escalafón.

El tirón era tal que la plaza se vendió prácticamente entera, y tras el sofocón que supuso la cogida de Morante, apenas ha habido devoluciones, alcanzándose los 9000 espectadores. Es decir, que, como diría aquel viejo dúo cómico, la plaza estaba abarrotá, para disgusto de antitaurinos y animalistas, y también de algunos aficionados, que se quedaban sin ese duelo, para mí fantasía de cronistas interesados, entre el de la Puebla y el peruano. Ye lo que hay.

El Bibio lucía esplendido, y la puerta grande se abrió al final para ese Ortega, a priori la cenicienta del cartél, sin que Roca o el sustituto Fortes, pudiesen hacer nada para arrimarse al triunfo del primero. El frontal de nuestra coqueta plaza resplandecía con las tres banderas bajo un cielo enrojecido por los incendios, esas que tanto le cuesta a la señora alcaldesa colocar en nuestro balcón veraniego, la Escalerona. Y dentro, en el bullir del público se notaba la presencia de mucho arribista de última hora, pues los gritos estentóreos, a destiempo y repetidos no son más que una muestra de incivismo desde el anonimato del tendido; especialmente cuando se referencian en la fruta y el presidente del gobierno.

A mí, que este año no llevé habano por prudencia, me chocó el comentario de un fumador a mi costado, que entre gin-tonic y puro mascullaba algo así como “cuanta verdad tiene”, refiriéndose a Ortega, y a mí, no siendo experto en esas profundidades, me sonó a como cuando te dicen que la sidra no espalma bien ¿y qué? Pues eso

Raúl Suevos

A 17 de agosto de 2025

Traducción en asturianu en abellugunelcamin.blogspot.com 


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