La hierba del Tragamón
No tenía la mañana nada de particular, más allá del hecho de que media España está ardiendo y nosotros, en Asturias, disfrutamos desde hace varios días de un cielo encapotado gracias al flujo constante de humedad que nos trae la suave brisa del norte desde el Cantábrico. Es un efecto meteorológico del que no gozan nuestros vecinos, que no cuentan con ese muro calcáreo que forman los Picos de Europa, con sus alturas de 2500 metros, que hacen que cuando vienen vientos de sur y bajan recalentados hacia las Provincias Vascongadas, llevando a Bilbao a alcanzar hasta 40 grados, nosotros sigamos complacidos con nuestro clima atlántico. Y al revés, cuando el flujo viene del norte, como estos días, la humedad retenida por ese mismo muro, acaba condensando y formando nubes que, como esta pasada madrugada en Gijón, llegan a descargar una fina lluvia, entre orvallo y orpín, que alcanza para dar un respiro a los prados, ya en su mayoría agostados.
En el Tragamón, lugar de aquel viejo molino encajado entre el Campus y el Jardín Botánico, y hoy sede de un coqueto campo de golf municipal, llevábamos días preocupados viendo como la hierba de las calles, sin riego artificial, iban amarilleando primero para después coger un tono terroso, con una hierba apelmazada que parecía pedir misericordia a los jugadores, a la espera de un par de días pasados por agua. Y esta mañana, tras la poca lluvia caída durante la noche, hemos asistido a un fenómeno que, por natural, no ha dejado de parecernos prodigioso; y es que, pese a que el cielo seguía cubierto por esa capa de nubes bajas, que no dejaba pasar el sol, y a ratos orpinaba, sin que la función clorofílica de la hierba desarrollase su trabajo permitiendo verdear a la planta, ésta respondía casi con vehemencia, presentándose enhiesta y pujante, convirtiendo las calles en perfectas alfombras herbosas que sólo recordaban el ayer por el color amarronado que aún mostraban.
Mientras, en el suroccidente asturiano, en Galicia, León, y otras partes de España, siguen los incendios, y el personal se pregunta, como casi todos los veranos, por qué suceden estas cosas, sin querer ver que la combinación del abandono de los pueblos, con sus viejos usos económicos de carácter agrario, como muestran los montes comunales de Soria o Navarra, y la presión a los que quedan de las mal enfocadas leyes de protección de la naturaleza, impulsadas en muchos casos por urbanitas sin conocimiento de la realidad del medio rural, están en el origen de esos fuegos que asolan nuestros territorios. Ye lo que hay.
Mientras, ese apenas medio litro por metro cuadrado, caído la pasada noche, le da un respiro a las calles del Tragamón. Hasta que llueva de verdad.
Raúl Suevos
A 14 de agosto de 2025
Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com
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