La chica neumática

 

Ya no se puede hablar de veranillo de San Miguel, atrás quedaron los higos septembrinos también; y las terrazas, con este tiempo anormalmente veraniego, se resisten a ser abandonadas. Y mí, que siempre me han gustado, me parece un regalo del cambio climático, por más que los cuerpos se resientan ya de tanto calor y, junto con los comerciantes de textiles, añoren los primeros fríos otoñales, que es lo que procede.

El caso es que ahí andaba yo, disfrutando de un merecido vermú mientras leía la prensa del día, y en esto que pasó ella, la chica neumática, en descripción de Aldous Huxley en aquel inolvidable Mundo Feliz de los adolescentes 70. Una chica de formas rotundas que, lejos de ocultar, lucían en la brevedad de un atuendo aún estivo. Unas formas ajenas a las voluptuosas y un poco desparramadas redondeces de Rubens, y más cercanas al divino deseo que la Proserpina de Bernini provoca. Unas formas, como las de Huxley, potenciadas por la muy posible visita cotidiana a un gimnasio, o palestra que dirían en la Roma de Bernini, pero que no alcanzan tampoco para muscular en exceso, al estilo de las partes del día representadas por mujeres en la florentina capilla medicea creada por Miguel Angel, a la chica neumática.

La chica de esta mañana, además, es empoderada. Lo demuestra con su andar altivo, barbilla arriba, desafiante, y mirada al frente; no sé si por la fuerza de su carácter o por disimular una miopía con aversión a las gafas. Quién sabe, en todo caso, lejos de la mirada baja que el recato imponía a las féminas de generaciones anteriores, y pude apreciar que sus brazos, potentes y fuertes, se alejaban de esas nervosidades musculadas que algunas presentadoras televisivas y consortes exhiben, orgullosas de su trabajo en el gimnasio y, quizás, inconscientes de que los excesos, aunque se disfracen de costumbres saludables, pueden esconder pequeñas, o grandes, psicopatías. Ye lo que hay. 

La mañana, por los demás, daba más apuntes sobre cómo cambian los tiempos; también los naturales, como esos árboles que, lejos de lo que sucedía antaño, ni siquiera han empezado a teñirse con los colores del otoño, y cuando lo hagan, resistirán durante meses con sus hojas, como si quisieran negarse a aceptar la llegada de un frío, cada vez más corto y tardío.

A mí, que estoy lejos de manejar la pluma como aquel Moraes que cantaba a la chica de Ipanema, me gustaría tener la capacidad de trasmitir los sentimientos, todos nobles, que me transmitió en unos breves instantes la visión de la rotunda belleza y juventud de esta chica neumática, que, creo, era plenamente consciente, no ya de mi mirada, sino de su capacidad para triunfar sobre la mediocridad del entorno.

Raúl Suevos

A 22 de octubre de 2025

Traducción en asturianu en abellugunelcamin.blogspot.com


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