Cuba, el pozo sin fondo

 

Uno de los mayores y decrépitos hospitales de La Habana lleva el nombre del doctor Carlos Finlay, el hispano-cubano que descubrió la importancia fundamental del mosquito, el aedes-egyptus, como vector fundamental para la transmisión de la fiebre amarilla. Una enfermedad que los yanquis, con su investigación, lograron mantener a raya para lograr terminar la construcción del Canal de Panamá, y que en Cuba, previamente, había sido erradicada en sólo siete meses.

Era una Cuba que salía de la guerra Hispano-americana, pero al tiempo una Cuba disciplinada y con unos niveles de sentido común, pese al alto nivel de analfabetismo, que permitía que las directrices del gobierno militar yanqui se aplicasen con prontitud y eficacia. Hoy, tras 65 años de revolución las cosas son bastante diferentes.

La Cuba de hoy, fuera de los circuitos informativos desde que desapareciera el Comandante, y el temporal interés de Obama pasase a mejor vida, no atrae la atención de nadie, porque ya no tiene nada que ofrecer, ni siquiera aquella imagen romántica cultivada por Castro de pequeño David caribeño enfrentado al Goliat yanqui. Cuba se está muriendo y a nadie le interesa.

El Trump de la primera presidencia ya pasó, y con él el interés por los campos de golf, ahora el inquilino de la Casa Blanca tiene otros objetivos familiares, y también políticos. Cuba no tiene petróleo pero sí Venezuela, y mucho, tanto como para causar un terremoto en el mercado mundial si hubiera un cambio de gobierno. Allí, en las tierras chavistas, la economía está desecha pero aún no ha llegado el hambre, no como en Cuba.

En Cuba nada funciona. Los huracanes se han cebado los últimos años  con la isla pero su cáncer se llama castrismo. Nada se produce allí, ni siquiera el mítico azúcar; tampoco llegan turistas, ya alertados sobre la precariedad de los servicios; el centro de la Habana va a derrumbe semanal, con los consiguientes muertos; la población en edad de trabajar huye a la carrera del país, especialmente los que con la ley de Nietos adquieren el pasaporte español; la falta de combustible y la inoperancia de las autoridades mantienen montañas de basura en las calles habaneras. El periodo especial postsoviético ya no parece tan malo en el recuerdo.

Los mosquitos del doctor Finlay siguen allí, pero han ampliado su repertorio, el dengue en sus varias versiones se extiende por la isla, como el zika, y también el chikungunya. A ellos se ha unido el oropuche, otra enfermedad de las llamadas tropicales que, en este caso, tiene al pequeño mosquito jenjen como vector principal. Todo es miseria y muerte en Cuba, salvo para los gerifaltes del régimen y sus familiares. Una penuria sin fondo parece haberse apoderado de la isla. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 19 de noviembre de 2025

Traducción en asturianu en abellugunelcamin.blogspot.com


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