Las Terceras Españas

 

Salvador de Madariaga es, en mi opinión, quien mejor ha sabido describir la España del siglo XX, especialmente en su primera mitad, y las circunstancias, personalidades, odios y amores que condujeron a la desgraciada Guerra Incivil que asoló la generación de nuestros padres y abuelos. En su magno ensayo, España, adjudica parte de la responsabilidad a la incapacidad de los líderes políticos de entonces para articularse en torno a lo que él llamaba la Tercera España. Una difusa y amplia franja de población que coincidía en su rechazo de ciertas actitudes, que se podrían identificar con el radicalismo político, y que, por el contrario abrazarían el moderantismo. Sin olvidar, por supuesto, que los ismos casi siempre encierran la trampa de la indefinición en sus esencias.

El caso es, como la historia nos cuenta, que sus teorías, formuladas a posteriori, por otra parte, no funcionaron, y la polarización de los extremos condujo irremediablemente al conflicto entre hermanos. Algo que hoy debiera enseñarnos, si no a la ciudadanía sí a los cuadros políticos, lo que puede ocurrir cuando las sociedades son sometidas a más tensión de la que pueden soportar. Aunque parece que no, que no aprendemos.

Esa Tercera España, que en años recientes pudiera identificarse con diversas opciones e intentos políticos para articularse en forma de partido político, como el Reformista de Roca y Garrigues Walker, hace ya años, o los más recientes de Progreso y Democracia de Rosa Díez, o el último intento del Ciudadanos de Alber Ribera, fueron barridos del panorama político con más o menos fortuna y celeridad, y en su lugar, faltos de esa bisagra que debiera articular el bipartidismo en el que nos desenvolvíamos, aparecieron los populismos extremos, a derecha e izquierda, y como si siguieran la doctrina de aquel infausto Zapatero al que un micrófono abierto pilló celebrando el incremento de la polarización.

Hoy vemos que son esos extremos, de un lado y del otro, los que condicionan las políticas de los grandes partidos, ambos medrosos y como si ya no fueran capaces de responder a las inquietudes del votante. Y lo mismo sucede en nuestra vecindad, en la que Francia parece ser el faro de la polarización, con Melenchón y Marine Le Pen marcando el ritmo de la vida política. Un Nigel Farage en el Reino Unido dispuesto a asaltar el poder, o una Alianza por Alemania que, junto a Die Linke, asustan a los moderados germanos. La polarización, ante la falta de propuestas atractivas y racionales, vende su producto.

Ya no es una Tercera España, estamos ante un panorama de varias Españas, como siempre, aunque ahora, parecen ser las de los extremos las que deciden el camino a seguir. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 2 de noviembre de 2025

Traducción en asturianu en abellugunelcamin.blogspot.com

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