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La memoria de cada uno

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  Leo hoy en un medio nacional la vivencia de una señora de San Sebastián, 40 años, a la que ETA privó hace treinta y cinco de una infancia feliz al lado de sus progenitores, a ella y a su hermana, y a los padres de sus padres. Todos ellos, especialmente las niñas, marcados por el señalamiento posterior de los terroristas que justificaron el asesinato de sus padres a la salida de un bar del casco viejo “por drogadictos y maleantes”. A su entierro, casi oculto, apenas asistió nadie, y por parte de la clase política sólo un Gregorio Ordoñez que sería también asesinado algún tiempo después. Era la ley de hierro de los terroristas vascos, primero la muerte física y después la muerte social de los asesinados y de sus allegados. Esta chica, hoy mujer adulta, consiguió escapar de la prisión social de las tierras vascas, siempre con la vergüenza de creer lo que los murmullos y la maledicencia de una población de cobardes había impregnado en su mente de niña desamparada, y tras años de peri

Terapias de café

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  Suelo acercarme con cierta frecuencia a media mañana a un café cercano a casa, de los de antes, de esos con alto porcentaje de parroquianos diarios, o clientes sistémicos; veceros los llamaríamos en Asturias. De esos que mantienen una confianza de años, complicidad, con el guardián de la barra, que suele ser el dueño. En mi rutina me acomodo en una esquina, donde leo uno de los periódicos de la casa mientras disfruto de ese café preparado con mimo en una vieja máquina italiana, de esas cada vez más difíciles de ver. Desde allí, apenas concentrado en la miseria de la política nacional, no puedo evitar observar y escuchar el grupo de señoras mayores que ocupan un par de mesas en frente de mi posición. Preside una señora, muy limitada en su capacidad visual, si es no que no es ciega total; la acompañan dos o tres colegas dependiendo del día, alguna con su asistente correspondiente de origen hispano americano; y en ocasiones también se ayudan de una silla andadora para las que tienen

Mujeres mejicanas

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  No sé dónde se inició el uso de la expresión feminicidio, pero en los últimos años lo hemos sentido o leído en relación con Méjico, particularmente con Tijuana, ciudad cargada de ecos de aquellas películas del oeste tan llenas de estereotipos y tergiversaciones históricas. Ye lo que hay. Allí en Tijuana, durante años, se ha llevado a cabo un silencioso proceso de asesinatos continuados que dio pie al neologismo feminicidio, tras años de ocultación por los poderes públicos y los medios de comunicación, aunque hoy, no creo que felizmente sea el adverbio adecuado, la ciudad ha descendido al tercer puesto mejicano en esa espeluznante estadística. El caso es que las mujeres mejicanas han sido siempre, al menos desde la fundación de la moderna nación por el genio de Hernán Cortés, y con la imprescindible ayuda de doña Marina, la Malinche, la base del país. En un discreto y apenas intuido segundo plano ante el empuje del macho mejicano, pero con una labor de sustento sin la cual la naci

Ardanza, que estás en los cielos

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  Dudo que haya un lugar donde se entierre mejor que en España, es una tradición que llegado el último suspiro, si eres una figura pública, no digamos ya política, todo sean elogios y panegíricos, de tal forma que, para el personal perteneciente a las generaciones jóvenes, si prestan atención a las noticias de las grandes plataformas, lo que en el momento actual no parece ser el caso, se arriesgan a pensar que el finado era una especie de delegado del apóstol Santiago, enviado por el mismo para arreglar los desafueros de España. En el caso de las figuras de las artes el asunto va con matices puesto que se hace necesario diferenciar si el enterrado pertenecía a lo que antes se llamaba “de la cáscara amarga”, es decir, de izquierdas, aunque no sé por qué la RAE le adjudica un “de ideas avanzadas” que no deja de chocarme, en cuyo caso la despedida pasa a adquirir connotaciones de duelo nacional, con tanto de ditirambos, laudatios y alabanzas, como hemos visto en los últimos tiempos con

Franco, ese hombre

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  Ese era el título de una película documental que José Luis Sáenz de Heredia realizó en 1964 con ocasión de cumplirse 25 años del fin de nuestra Guerra Incivil. El director, al parecer, uno de los grandes de aquel entonces, ya había dirigido “Raza”, una película de exaltación nacional que tenía como guionista al propio Franco, y según investigaciones posteriores, contaba con realizar, ulteriormente, otro documental dando cuenta de los últimos años vitales del general Franco. La que nos ocupa tuvo como mentores al aparato dirigente del Ministerio de Información, dirigido por don Manuel Fraga, que, aunque algunos les cueste creerlo, había llegado al puesto con fama de aperturista, y cuya mano se encontraba detrás del indulgente tratamiento que las derechas republicanas recibieron en el documental, algo que fue muy criticado por los cuadros más inmovilistas y tradicionales del régimen. Ye lo que hay.   El caso es que, como todos los mortales, el general murió, de viejo, aunque no apa

Pollos yanquis y municiones cubanas

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  Parece que, por fin, y gracias a los buenos oficios del presidente checo, un antiguo jefe de Estado Mayor de su país, la munición para la artillería ucraniana empezará a llegar a los frentes de batalla, lo que contribuirá sin duda a cambiar la actual situación, favorable para las armas rusas. La operación, llevada en gran secreto por las implicaciones políticas para los posibles protagonistas, va mejor de lo esperado, y, en lugar del millón de ojivas previsto y pagado por la Unión Europea, dicen que se llegará al millón y medio, gracias a la “cooperación” de algún supuesto aliado de la Rusia de Putin. De ahí el secretismo en cuanto al origen y ubicación de esos arsenales. En mis últimos días en La Habana, en el verano del 2013, pude observar personalmente el nerviosismo de los agregados militares norcoreanos, algo que, lo confieso, no me dio para pensar en su posible motivo, hasta que, ya de vuelta en España, saltó la noticia del apresamiento de un barco cargado de repuestos mili

La playa de Aboño

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Los vecinos de la Calzada de mi quinta, la oculto intencionadamente, recordarán aquellos domingos de verano en los que muchas familias tomaban el tranvía del Musel para después, tras atravesar el túnel de Aboño, pasar el día en aquella playa tan hermosa y familiar. Porque sí, era tan particular que hasta los gua ḥ es teníamos el divertimento asegurado con la caza de anguilas, que en aquel entonces eran abundantes. San Lorenzo quedaba más a desmano para los vecinos del barrio. Con aquel tranvía también nos escapábamos hasta la playa del Tocote, pasada la fábrica de la Casera, en la que trabajé varios veranos ya adolescente, y del que nos tirábamos en marcha sin pagar billete al reducir la velocidad en la pequeña cuesta que allí había. Eran tiempos en los que los mismos gua ḥ es confeccionábamos unos primorosos gomeros de alambrón forrados de hilo de cobre para ir a aniquilar, que no cazar, gaviotas, por mero placer infantil, pues nada sabíamos de plagas o naturaleza. Fue por aquel e