Arde Troya
La mayoría del personal tiene perfectamente definida la
imagen de la vieja ciudad griega del Asia Menor ardiendo por los cuatro
costados. Unos, los menos hoy en día, desde los renglones de la literatura
épica de Homero, y los más desde las más cómodas y sencillas imágenes del cine
en sus distintas épocas, pues las historias de la bella Helena o el heroico
Aquiles dan, dieron y darán mucho juego a guionistas y directores. Ye lo que
hay.
De Troya sólo quedaron cenizas, como demostró en su momento,
1870, un alemán de apellido Schliemann que se empeñó en excavar allí donde
Homero ubicaba la ciudad hasta dar con los restos del incendio, que debió ser
pavoroso, y también con el conocido como Tesoro de Priamo, el rey, padre del
noble Héctor y responsable, al negar la entrega de Helena, del holocausto de
fuego en que acabó aquello.
En Asturias estamos lejos, por ahora, de parecernos a Troya,
y el presidente Barbón no parece de talante belicoso, pero la imagen de
nuestros vecinos bregando con sus bomberos forestales, y en muchos casos con la
ayuda de la UME, contra el acoso de descomunales incendios, de envergadura y
características desconocidas en nuestro país en el pasado próximo, debería dar
que pensar a nuestro Priamo particular, pues en esos fuegos podemos encontrar
señales suficientes como para recapacitar sobre las actuales políticas
forestales en particular y sobre las políticas relativas al agro en general.
Es llamativo que allende el Negrón estén ardiendo con
especial furor varios Parques naturales o nacionales. ¿Será, quizás, que las
ordenanzas que a estos espacios afectan, que impiden el uso de los mismos como
espacio económico y de aprovechamiento para los pocos lugareños que van
quedando en sus inmediaciones, convierten el monte en un inmenso polvorín por
la acumulación de material inflamable, o será, como las declaraciones oficiales
parecen indicar, todo debido al cambio climático?
La mayoría de los pueblos asturianos han visto con el paso de
los años como se abandonaban huertas y prados en su entorno cercano, espacios
que antes, con un monte saneado, suponían una barrera adicional frente al
fuego. Hoy las arboledas, de crecimiento natural, llegan hasta las casas y se
apoyan en los tejados, dando una imagen de paraíso natural que esconde un
peligro potencial de carácter explosivo y que más pronto que tarde, si no se
activan políticas de prevención, hará que en Asturias lloremos como estos días
lo hacen en varias partes de España.
Señor Barbón, póngase las pilas, limpie el monte
inmediatamente sin esperar al próximo programa electoral. No todo es cosa del
cambio climático.
Raúl Suevos
A 21 de julio de 2022
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