Napoleón y la gran Pirámide
Napoleón, tras la conquista de Egipto en 1798, decidió pasar una noche en la cámara real de la pirámide de Keops para imbuirse de los sensaciones que, se suponía, permanecían allí dentro. A su salida, pálido y sobrecogido, comentó a sus intrigados ayudantes, “aunque os lo contase no me creeríais”. Y así quedó la historia de aquella pernocta sorprendente. Antes de eso el gran corso se había embarcado en una aventura militar de carácter estratégico para aliviar la presión que el bloqueo naval imponía a la primera república francesa. Con él se había llevado un centenar de sabios, que ignaros del destino final de la expedición serian los responsables de traer a Europa la cultura egipcia y el orientalismo. También tuvo tiempo de aniquilar 700 años de victorias mamelucas en la memorable batalla de las Pirámides, librada en inferioridad de condiciones y vencida gracias a su genio militar. Poco después Horacio Nelson hundiría la flota francesa en Abukir, dejando a los franceses aislados