O último rei do Brasil

 

Pareciera que Brasil, el gigante americano, siempre haya sido una república pero nada más lejos de la realidad. Con la entrada de Napoleón en la Península, al inicio del siglo XIX, la familia real portuguesa, más lista que la española, embarcó a su corte lisboeta y zarpó para el Brasil donde esperó a que la tormenta amainase, dejando entonces al primogénito real como regente, algo que no debió complacerle puesto que se declaró independiente de Portugal con el título de emperador del Brasil, Pedro I.

Las turbulencias de la época le llevaron a abdicar unos años más tarde dejando el trono a su hijo Pedro II, aún niño y que llegaría a reinar durante 58 años con gran acierto y dedicación. Dicen las crónicas que era un hombre por completo dedicado a sus súbditos para lo que se había formado en profundidad a lo largo de los años; también su carácter, tremendamente humano y compasivo, lo hacían apreciado por la generalidad de los brasileños.

Un pequeño grupo de militares no era de ese parecer y promovió un golpe que el rey no quiso abortar prefiriendo el exilio parisino donde viviría aún unos años entre estrecheces económicas. Su funeral en la capital francesa reunió más de 300 mil personas y fue llorado por todo el país brasileño donde se había instaurado una república bajo el lema de “Orden y Progreso”, algo que, visto la historia posterior, se mostraría como un gran sarcasmo.

En la España de hoy tenemos un gran rey, una persona especialmente preparada para representar la primera magistratura de la nación. Alguien que, desde su acceso al trono, ha tenido que lidiar con un periodo especialmente difícil en lo económico y en lo social. También él se ha visto “abandonado” por su augusto padre, como Pedro II, y, por lo que podemos observar, parece que un pequeño grupo de combatientes políticos, que como aquellos brasileños solo representan a una mínima parte de la nación, tienen como principal objetivo de su acción política la desaparición de la monarquía en España; y también como en Brasil, me temo, si no se pone freno a sus acciones, podrían llevar a España a una situación tan lastimosa como la vivida por Brasil a lo largo del tiempo, sin orden ni progreso.

Esta noche SM nos ha recordado la gran nación que somos y también la importancia de la Constitución y la Transición ejemplar que supuso; no olvidó referirse a la ética y la ejemplaridad de las personas públicas. Todo muy medido y todo muy claro pero que seguro que generará rechazo en algunos, los de siempre. Quizás el problema sea que, como don Pedro II, tenemos demasiado Rey para lo que nos merecemos.

Raúl Suevos

A 25 de diciembre de 2020

Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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