Se ha ido el Chío
Es una mañana gris en Zaragoza, cargada de nubes, de las pocas que se dan en una ciudad en la que el cierzo, en su versión Moncayo, no las deja apenas aparecer, y cuando lo hace se las lleva a paso de Generala valle abajo, pero hoy es distinto, las grandes borrascas que, una tras otra, barren el país, son tan fuertes que el cielo se mantiene encapotado con un ambiente desapacible por las calles, como preparando el ánimo para recibir malas noticias. Y las nuevas acaban por llegar, las peores, que no por previsibles se hacen menos dolorosas. El Chío se ha ido.
El Chío, el Chordi, Cíordia, José Antonio, el navarro de la sonrisa perenne, el tipo capaz de poner buena cara y unas risas a las peores circunstancias ha tirado la toalla esta vez, y ha decidido ir a juntarse con su viejo binomio, el Fali, otro campeón de las risas y la socarronería, que le abrió el camino no hace mucho. Y es que estamos pasando una racha muy mala. Será la edad.
El Chío y yo llegamos juntos a la capital aragonesa allá por el 72, ya ha llovido desde entonces; ambos provincianos, yo al internado de PROA, una academia preparatoria para el ingreso en la General, y él a uno de aquellos pisos concertados que acogían a opositores en régimen familiar. Siempre hemos mantenido esa relación de amistad y cercanía que dan la vida dura de los opositores y después de cadete en la General. Más tarde, zaragozanos ambos por vía matrimonial, hemos mantenido el vínculo a lo largo de los años.
El Chío pasó por casi todas las unidades de Zaragoza, con especial mención a la General, donde su forma de ser le convirtió en un recuerdo gratísimo, cosa rara, para las promociones a las que cooperó a formar; y para nosotros, sus compañeros, ha tenido siempre a punto su visión positiva de las cosas de la vida, con la excepción de lo que sucedía en su pueblo, Allo, antes tierra fecunda de requetés navarros, como él, y que en los últimos años ha ido sucumbiendo a las ideas batasuneras, un aíre venenoso que va invadiendo no sólo su pueblo sino toda la Comunidad foral, y que a él le amargaba la existencia.
Su última pelea ha sido contra esa enfermedad traicionera, de múltiples caras y versiones, que a veces se mantiene escondida y se manifiesta cuando ya es tarde para hacerle frente, y que al Chío le ha robado la oportunidad de disfrutar de sus nietos, junto a su mujer, Carmen; y a nosotros su alegría, salpicada de dichos al viejo estilo navarro. Día gris y triste hoy en Zaragoza.
Raúl Suevos
A 14 de marzo de 2025
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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